domingo, 7 de noviembre de 2010

Cesáreas salvadoras

Por Beatriz Fernández.

La cesárea es una intervención quirúrgica considerada como de cirugía mayor mediante la cual se practica un corte en el abdomen de la mujer embarazada para sacar al bebé. Esta definición la conocemos prácticamente todos. A todos nos parece entender qué es, qué supone y cuándo ha de realizarse. En base a ello todos tenemos una opinión a favor o en contra de las cesáreas que no son estrictamente necesarias para la preservación de la salud del bebé o la madre.
Absolutamente todos coincidimos en que las cesáreas son necesarias en los casos en los que se ve comprometida de un modo real la salud de alguna de las dos personas protagonistas del parto (mamá y bebé) Contra eso no hay palabras, argumentos ni posibilidad de hacer debate porque lo que está claro es que todos coincidimos en que preservar la vida es lo más importante en ese momento.
Pero ¿qué ocurre con las cesáreas electivas o "a la carta"? ¿Por qué una mujer puede llegar a pedir voluntariamente una intervención quirúrgica en lugar de tener un parto "natural"?
Realmente los motivos son tan variados como las mujeres que toman esa decisión. Cada una de ellas tiene su historia, su maleta llena de experiencias, vivencias, miedos, traumas... Cada una tiene su educación, sus valores, su forma de ver la vida, sus prioridades… Y todas han de ser respetadas. Podemos no compartir la decisión, saber que nosotros, con nuestra historia, no elegiríamos pasar por ello... pero aceptando que no somos esa mujer, que no llevamos a cuesta su mochila y que no sabemos qué haríamos en su situación.
Los casos que se pueden dar son muy variados. Tenemos a la mujer que ha tenido un trauma y aún está en proceso de recuperación (por ejemplo, una mujer violada); tenemos a la mujer que tiene miedo al sufrimiento y por ello prefiere no pasar por el parto por considerarlo uno de los mayores sufrimientos que puede tener; a la mujer que ha pasado por una cesárea absolutamente necesaria o que ha tenido una vivencia cercana en ese sentido que le haya dejado marcada; tenemos a la mujer que no se siente conectada a su cuerpo y sus instintos y no tiene confianza en poder tener un parto; a la mujer que realmente está convencida de que el parto es algo que hace el personal sanitario y no ella y, por tanto, mejor que lo tengan bajo control ellos... Hay miles, millones de mujeres distintas que pueden optar por una cesárea programada electiva.
Cada una de esas mujeres con su cesárea está salvando algo personal, algo tan íntimo que realmente nadie puede valorar si es una elección correcta o no. Solo cada una de ellas. Dentro de su libertad, de sus necesidades, de su experiencia vital y de sus sentimientos sólo ella puede juzgar la situación y decidir. Volvemos a lo mismo, tal vez nosotros decidiríamos otra cosa, pero nosotros no somos ella.
La salvación es algo que todos queremos, que todos buscamos en algún momento de nuestra vida, o a lo largo de toda ella incluso. La salvación de nuestros dolores, de nuestros miedos, de nuestras frustraciones... Pero ¿cuál es el precio de la salvación? ¿Qué tenemos que valorar realmente a la hora de tomar la decisión de salvar esa parte de nosotras que nos impide dar a luz, que nos hace preferir una intervención quirúrgica ante un proceso fisiológico?
Evidentemente la información es fundamental. La información es poder y con ella en nuestras manos podemos ser poderosas, tomar el control de nuestras vidas, de nuestras maternidades. Por eso hay que tener en cuenta ciertas cuestiones que se suelen dar como verdades y no lo son, por ejemplo:
- La anestesia es inocua para el bebé: esto es absolutamente falso. Cualquier sedación pasa la placenta y afecta al bebé. De hecho se han constatado casos de bebés que nacen adormilados por una anestesia epidural administrada por cesárea o por parto. Interfiriendo así de modo absoluto tanto en el vínculo madre-hijo como en el desarrollo de las primeras horas o días de la relación, entre otras cosas.
- La cesárea no duele: cualquier persona que haya pasado por una operación sabe que el despertar del dolor latente tras la anestesia es tremendamente doloroso. Además, la recuperación no se da igual en todas las mujeres, pudiendo ser esta lenta y realmente dolorosa hasta el punto de que la madre no pueda atender como desearía a su bebé en días, semanas o meses.
- Mejor recuperación que con un parto: si hablamos de recuperación del bienestar, esto es absolutamente falso, dado que por lógica no es ni remotamente más sencilla la recuperación tras el corte de piel, músculos abdominales y útero que la recuperación de un parto por vía vaginal aunque éste tenga episiotomía o puntos internos incluso.
- Menor trauma en el nacimiento para el bebé: si bien es cierto que el bebé en el canal de parto es "estrujado" por las contracciones mientras atraviesa el canal de parto, esta forma de llegar al mundo es efectiva tanto a la hora de vaciar el líquido alojado en los pulmones del pequeño, como a la hora de estimularle para que esté alerta y se alimente y respire nada más nacer. Creer que un bebé que sale de repente, sin preparación alguna al mundo donde se encontrará frío, ruidos, luces brillantes y muchas otras cosas que hasta ese momento no conoce es beneficioso para él es simplemente no haberse puesto en su lugar. Cerremos los ojos para imaginarnos en una fría noche de invierno; estamos calentitos, arropados con nuestro edredón o nuestra manta favorita, esa que cuando lavamos echamos de menos en la cama, metidos en nuestro cuarto a oscuras, escuchando voces, pero de lejos. Entonces, mientras estamos con los ojos medio cerrados, cómodos y tranquilos, entran 4 personas hablando en alto, encienden todas las luces y nos quitan la ropa que nos cubre dejándonos indefensos ante el frío, expuestos a esa luz potente... ¿A alguien le parecería razonable que eso fuera mejor que ir levantándose poco a poco? Seguramente no.
- Menos trauma físico para la respiración del bebé: como hemos comentado en el punto anterior, las contracciones hacen una importante labor para preparar a nuestro bebé para que respire el aire que recibe. Los bebés nacidos por cesárea no pasan por esta preparación y por tanto les es más difícil comenzar su respiración al nacer, puesto que sus pulmones están aún repletos de líquido.
- Menos riesgos para la salud de madre y bebé en general: este es otro mito. Evidentemente, nacer, al igual que vivir, no está exento de riesgos. Sin embargo, los riesgos de una cesárea son los propios de una operación, es decir, mayores.
- Inocua en la relación madre-bebé: como ya hemos indicado anteriormente, la anestesia afecta al bebé, dejándole en muchos casos adormilado. Además, en las cesáreas habitualmente se da una separación de madre y bebé estipulada por el protocolo de cada hospital, cosa que no ayuda ni a la lactancia materna ni al establecimiento del vínculo entre los dos protagonistas inexcusables de esta historia de amor. Además, en una cesárea programada, no se segregan las hormonas implicadas (fundamentalmente la oxitocina) en el establecimiento del vínculo afectivo entre madre y bebé.
Sabiendo todo esto y buscando más información que pueden aportarnos nuestras matronas, obstetras y demás profesionales de la maternidad, hemos de decidir si realmente salvaremos algo dentro de nosotras y si éste es el modo. Si es así, si las ventajas superan los inconvenientes, si lo que hemos de salvar es tanto más importante que lo que hemos de perder, adelante. Nadie es menos ni peor madre por haber tenido a sus hijos por cesárea.

Si, por el contrario, decidimos buscar información, decidimos pensárnoslo e intentar encontrar otras maneras de salvarnos, si entendemos que tal vez, sólo tal vez, podemos hacer algún trabajo previo al nacimiento de nuestro bebé para intentar darle a él una mejor llegada y a nosotras una mejor experiencia de vida, entonces quizás podamos valorar también otros recursos, otra preparación que sea específica para nosotras, profesionales que nos ayuden en nuestro camino a la maternidad , con la que podamos sentirnos bien ante la posibilidad de un parto. Busquemos, pues. Y entonces tal vez nos salvemos nosotras. Y nuestros hijos.