lunes, 1 de septiembre de 2014

ESCUCHAR EL DOLOR

Hace un tiempo en una entrevista, cuando contaba mi experiencia como madre que había perdido varios bebés antes de su nacimiento y como Doula que acompaña mujeres en esos momentos, alguien se horrorizó al escuchar lo que se me había llegado a decir por parte de personas más o menos cercanas a mi entorno y me preguntó: “¿con qué tipo de gente te has encontrado tú?”.

Es una pregunta que no suele hacerse. No es la típica pregunta que se hace a una mujer que ha perdido un bebé cuando se le pregunta por su experiencia (algo que tampoco suele hacerse, todo sea dicho de paso). De hecho, quien puede llegar a comprender que hay comentarios absolutamente inadecuados hacia una madre que ha perdido a su bebé se suele limitar a decir "ya sabes como es la gente". Y creo que también por ello es por lo que aún retumba en mis oídos esa pregunta de alguien horrorizado ante el trato que podemos llegar a dar las personas a los demás cuando se encuentran en momentos sensibles.


¿Con qué tipo de gente se puede encontrar una mujer que ha perdido uno o más bebés en la etapa que sea de su maternidad? Claro, nos podemos encontrar con personas más o menos sensibles, más o menos empáticas y más o menos conscientes de lo que puede suponer para una madre la pérdida de su bebé. Pero sobre todo nos encontramos con mucho desconocimiento, y con muchas personas que simplemente no quieren saber o no quieren pensar... o que incluso se sienten cuestionados porque tal vez ven en esa madre lo que ellas no se permitieron hacer, sentir o expresar cuando pasaron una situación similar porque quizás les dijeron que no era bueno. Quizás ven en esa madre que llora la "bola" emocional que ellas no pudieron digerir...

Imagen extraída de http://wishingwellcoach.com/wordpress/fear/
Cuando alguien se entera de que has perdido a un bebé normalmente se bloquea… No sabe cómo
actuar o qué decir, o si ha de decir o no, o hacer o no. Y eso no significa que sean malas personas y que te traten de dañar, sino que no saben qué es bueno o malo o qué puedes percibir como bueno o malo, y eso implica tú y tu relación con esa persona pagais por esa falta de conocimiento o esa falta de empatía emocional que en gran medida viene dada por esta sociedad desconectada, incomunicada en la era de la comunicación, en la que leer, escribir y saber idiomas parece más importante que conocer y comprender las emociones propias y ajenas, que son aquello que nos hace humanos realmente...
Quizás esas personas que no saben cómo reaccionar, o que incluso te evitan han tenido la fortuna de no vivir algo tan doloroso como lo que vives tú,o tal vez a ellas no se les permitió vivirlo con libertad por parte de su entorno o su educación o su cultura o creencias o traumas, quién sabe. Y tal vez por ello se han convencido de que lo mejor es no darle valor ni espacio a esa vivencia, sino esconderla, hacer como si no ocurriera nada y no permitirse sentir, y mucho menos expresar el dolor.


En momentos de pérdida prenatal sobre todo, se dicen cosas que jamás se dirían en una pérdida de otro ser querido (sí, un bebé antes de nacer ya es un ser querido. Es nuestro hijo: el más querido de los seres que tenemos).

Siempre me hago la misma reflexión. Imaginemos que no se trata de un bebé, sino de un adulto. ¿Cuándo alguien ha visto en un velatorio a alguien que se acerque a la viuda del fallecido y le diga cosas como estas?:


  • Mujer, tienes que pensar que ha sido mejor ahora que más adelante, cuando le tuvieras más cariño.
  • No te preocupes, que ya tendrás más.
  • Eres muy joven, ya llegarán más.
  • Ya sabías que esto podía pasar.
  • Ahora lo que tienes que hacer es seguir tu vida y no deprimirte.
  • Tienes que pasar página.

O a una mujer que se ha convertido en viuda por tercera vez algo como:


  • Ya sabes cómo es esto, tú ya sabías que tenías mucho riesgo de que pasara.
  • Ya no es la primera vez, así que ya sabes que es cuestión de volver a intentarlo.
  • No llores, que ya sabes que son cosas que pasan.
  • Lo que tienes que hacer es no volver a intentarlo, si total ya tienes todo lo demás y esto sólo te causa sufrimiento.
  • Será que no estás hecha para esto de tener pareja.

Pues todas estas frases (y muchas más, algunas aún menos “adecuadas”) se dicen cada día en hospitales, en la calle, en la panadería, en el ascensor, en la puerta del colegio de los hijos mayores, en comidas familiares e incluso en velatorios de esos bebés que han partido tan inesperadamente. Todas estas frases de “consuelo” son utilizadas por personas que creen que están ayudando a la mujer que las escucha, a la familia que las recibe. Que creen que lo mejor es transmitirles que no pasa nada, que todo pasa y que esto no ha tenido importancia, incluso aunque no lo crean realmente.
Y esas mujeres y familias reciben estas frases de personas con vidas que ellos sienten felices pero que parecen tener derecho a juzgar si lo que a esta familia le sucede es merecedor de tristeza o no.
Así, estas familias que escuchan estas frases tan poco adecuadas perciben la sensación de banalización, la sensación de que no importa lo que les ocurre, de que no tienen derecho a estar tristes, a llorar, a sentir rabia, a sentirse perdidos, defraudados, engañados por la naturaleza, solos, hundidos y confusos. De que no tienen derecho a hacerse preguntas o a buscar apoyo, porque si todos les dicen que no pasa nada es porque realmente será así, ¿no?


Por eso siempre que alguna mujer, alguna familia llega a vivir esta situación y alguien me pregunta qué hacer yo siempre respondo: ¿por qué hay que hacer? ¿por qué hay que decir? ¿Por qué simplemente no podemos estar? Mostrar que estamos con ellos, que valoramos sus emociones, que les damos su espacio y su tiempo para vivirlas, que les reconocemos su derecho a sentirlas. Que simplemente estamos allí. Ni para que su duelo sea más breve, ni menos duelo, ni para que se “curen” antes o mejor… simplemente para que nos tengan a su lado si nos necesitan y sepan que esto es así aunque lloren a mares o se enfaden con la vida. Sin esperar que nuestra presencia cause un efecto u otro, sin intervenir… tan solo dejándose sentir.

Pero sentir nos da miedo, sentir significa dejarnos llevar, significa no controlar la situación, no

razonar. Y a veces implica que sentimos no sólo lo de la otra persona, sino situaciones similares que hemos vivido y tal vez no hemos revisado o solucionado.
Por eso en ocasiones no se trata de comprensión o falta de ella, sino que nos cuesta ver que alguien sufre sin intervenir y tratar de conseguir que deje de hacerlo o al menos de mostrárnoslo. Porque hace que pensemos en nuestro propio dolor de algún modo, en nuestras propias vivencias tapadas por kilos de nuevas vivencias y experiencias de compensación para poder sobrevivir.
Y que nos ocurra esto no significa que seamos malos o crueles o insensibles, sino que seguramente tenemos miedo sin más.

Por eso mi respuesta a esa pregunta que me hicieron en la entrevista fue: “a gente de todo tipo”. Porque todos tenemos miedo.





Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad, 
especializada en duelo y nuevos caminos maternales.
A Coruña y Madrid.
Telf: 600218964

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