miércoles, 26 de noviembre de 2014

EL OTRO PARTO SIN DOLOR

Hace unos días, en otro artículo, os hablaba sobre algunas de las cuestiones que determinan el dolor en el parto y cómo es motivo de preocupación para muchas mujeres embarazadas o que están pensando en ser madres.
Este dolor, esta preocupación, es real y no podemos mirar a otro lado o determinar sin más que quienes la tienen y son dominadas por ella están desvinculadas de la maternidad, la femineidad o de su instinto biológico. Porque, aunque así sea, no es algo nuevo el encontrarnos con esta inquietud sino que es una realidad cotidiana y, de hecho, se ha normalizado y se apoyado la institucionalización de este miedo, buscando medios para eliminar el dolor que, en ocasiones, van en contra de la propia naturaleza de la maternidad y del bienestar maternofetal en lugar de buscar espacios de conexión con las emociones de los procesos maternales.

Desde que en el siglo XIX la reina Victoria tuviera el parto de su octavo bebé con sedación (la de la época, claro está) el parir con ausencia de dolor ha sido tomado como un signo de "buen parto". 
De hecho, entre las mujeres de cualquier edad se desea comunmente ante un parto a la embarazada "una horita corta", es decir, que sea breve, o bien que no exista dolor como uno de los máximos exponentes de buenos augurios para esa experiencia. Es ahora, con una generación que da mucha más importancia a la maternidad y a la experiencia de la maternidad en sí y a la del parto en particular cuando este tipo de mensajes van cambiando y, por tanto, a su amparo cambia poco a poco el reflejo de lo que es entendido como "buen parto". 

Para empezar, es evidente que el hecho de que un parto haya sido bueno o malo es una valoración que pertenece únicamente a la mujer que trae al mundo a su bebé y a su propio bebé como la otra parte indispensable y co-protagonista en esa experiencia. Y que nadie más puede emitir juicio sobre si este parto y este nacimiento (porque, sí, son dos experiencias unidas pero individuales al mismo tiempo, absolutamente vinculadas entre sí, pero diferentes) han sido positivos o negativos. 
Pero también es evidente que, en general, la sociedad, el entorno de cada mujer, suele expresar su compasión frente a partos muy largos, por ejemplo, por entender que los mismos han sido marcados por un dolor insoportable para la mujer y, de hecho, en muchas ocasiones muestran su disconformidad e incomprensión del hecho de que a la mujer "la tengan tantas horas de parto" (vaya por delante que ese "tantas horas" es tan variable como la opinión de cada persona que lo valora), entendiendo esta circunstancia como una tortura o castigo hacia la mujer de parto y como una mala atención hacia ella y su bebé.

Para liberar a las mujeres de esa tortura innecesaria, de ese dolor sin sentido y de la experiencia, que desde ese prisma se considera traumática, de parir de forma consciente la medicina desarrolló en su momento diversas técnicas, algunas más que cuestionables en muchos aspectos, que aún a día de hoy se aplican. Desde la cesárea ofrecida a modo de alternativa rápida e indolora por parte de algunos profesionales incluso cuando no haya motivo médico justificado que apoye esta cirugía (ni a nivel psicológico ni físico tampoco), sino por el simple hecho de no pasar por un parto que estos profesionales consideran un sufrimiento innecesario. Hasta el parto sin dolor con sedación completa.
Y es esta opción la que motiva este escrito que hoy veis.

Hace unos 30-40 años (incluso más dependiendo del lugar al que nos refiramos) muchos niños llegaban al mundo sin conocer a sus madres hasta varias horas más tarde, muchas madres no eran conscientes de haber parido ni reconocían en múltiples casos a los bebés que se les presentaban como suyos horas más tarde del parto porque no habían "estado" en ese parto, en ese nacimiento.
Mostrado como un gran avance en la obstetricia, y favorecedor de la recuperación posparto, este llamado parto sin dolor era un servicio ofrecido por parte de las clínicas privadas y, por tanto, accesible solo a unos pocos, exclusivo.
https://parenovell.wordpress.com
Como sucede siempre con todo lo que se nos ofrece como novedad y avance, muchas mujeres que confiaban en los profesionales que lo ofertaban decidieron acceder a ello y parir así a sus hijos.
El procedimiento era "sencillo" e inocuo para mamá y bebé según quienes lo ofrecían. Con una sedación completa de la mujer en paritorio se le aplicaba una maniobra Kristeller (indicada por la OMS como práctica sobre la que se desconoce el beneficio contrastado pero que puede acarrear problemas en su Guía Práctica de Cuidados en el Parto Normal) Una vez la mujer se despertaba, le era presentado su bebé y comenzaban a conocerse y a reconocerse como madre e hijo con las dificultades fisiológicas para ello que impone siempre una separación en el posparto inmediato, lo cual dificultaba la impronta emocional y, por tanto el vínculo y seguridad entre ambos en muchos casos.
La mujer solía despertar horas más tarde con dolores abdominales e incluso en ocasiones hematomas en esta zona del cuerpo y desgarros en el suelo pélvico, incluso muy frecuentemente con la administración indiscutible de medicación para intentar evitar la lactancia.

Todo ello sin tener en cuenta las posibles consecuencias físicas, emocionales y psicológicas de mamá y bebé tras un proceso en el que, madre y bebé no elegían, confiaban en unos profesionales que, evidentemente, se da por hecho que creían estar haciendo un uso responsable de sus conocimientos y medios pero que ni de lejos estaban teniendo en cuenta la fisiología del nacimiento, que trataban de hacer del mismo algo "más eficaz" o "más moderno". Sin tener en cuenta que este momento del nacimiento puede marcar de modo muy intenso el posparto y la crianza, la relación entre mamá y bebé y el cómo el bebé incluso entienda las relaciones en su etapa adulta.

Pero, qué ha pasado con esa generación de niños y niñas que han llegado al mundo entre extraños y
sin conocer a su madre hasta pasadas unas preciadas horas de su vida en el mundo exterior? Bebés que han llegado a este loco mundo entre empujones y no entre contracciones, en el torrente sanguíneo de cuya madre existía una gran dosis de sedación... Y con esas mujeres, con esas madres que en algunos casos a día de hoy sienten (porque están en derecho de sentirlo) que se han perdido su parto, el nacimiento de sus hijos? Con esas mujeres a quienes les presentaban un bebé que supuestamente era suyo y que debían acudir a su más profundo instinto o a su parte más cerebral y lógica para reconocerlo como tal y empezar su camino a su lado sin el apoyo importantísimo de su proceso fisiológico, hormonal y emocional de parto...

Qué sucede a día de hoy con todas esas personas? Qué sienten? Qué piensan?

La ciencia sabe y ha probado de modo fehaciente a día de hoy que las consecuencias de la separación mamá-bebé pueden ser graves y afectar durante incluso la vida adulta al bebé si esta situación no se mitiga de algún modo. Y, de hecho, el uso del método madre canguro, sobre el que hay múltiples revisiones científicas (una de las cuales podéis ver aquí) se va extendiendo cada vez más en las UCIN de los centros Hospitalarios.

Evidentemente algunas de estas madres sienten a día de hoy que han perdido una parte importante de su experiencia maternal, que no pudieron elegir libremente porque no tenían información. Y otras viven en paz con su parto, con su experiencia y la de su hijo/a.
Y algunos de esos bebés ahora son adultos que están siendo madres y padres, en algunos casos reconstruyendo algo que sienten "incompleto" y en otras felices con su experiencia.
No podremos nunca decir que para todos ha sido un trauma o que para todos ha sido una experiencia positiva porque cada cual tiene su propia realidad y todas son igual de valiosas.

Porque, nunca lo olvidemos, la vida es lo que vivimos pero aún más importante quizás, cómo lo vivimos.



Bea Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en Duelo y nuevos caminos maternales.
serdoulasmadrid@gmail.com
Telf: 600218964


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