Cada día muchos bebés nacen. Cada minuto nuevas grandes personitas
llegan a este mundo y nuevos brazos amorosos las toman para iniciar una vida de
descubrimiento juntos. Es algo
cotidiano, algo natural… Un proceso fisiológico, un ritual vital que se repite
con facilidad pasmosa en ocasiones pese a las muchas trabas que a veces
parecemos querer ver en él.
La llegada de un bebé siempre es motivo de celebración. Un
nuevo ser humano que llegará para cambiar muchas cosas en este mundo con su
influencia, con su única existencia, que llega sin prejuicios, sin ambiciones o
convenciones sociales… Y así las Doulas acompañamos esta llegada, esa vivencia
anterior al parto y nacimiento, o esas igualmente emocionantes vivencias
posteriores. Sin juzgar lo que es bueno o malo, sin valorar si lo que la mamá o
el bebé sienten, desean o necesitan es positivo o negativo, sólo validándolo.
Dándoles espacio para ser y estar sin tener que rendirnos cuentas a nosotras ni
a nadie. Para que se sientan escuchados, contenidos y acompañados puramente y
facilitar que así puedan desarrollarse de un modo libre como madre e hijo. Que
se sientan libres para ser ellos y no otros o lo que los demás esperan.
Pero a veces este nacimiento no es de un niño desconocido,
en ocasiones ese bebé es fruto de una madre o un padre famosos, cuya
popularidad hace que el pequeño sea noticia y portada mucho antes de nacer y
durante una parte más o menos larga de su vida. Entonces cualquier decisión
sobre su nacimiento es examinada ya no con la lupa del entorno familiar como le
sucede a cualquier madre embarazada, sino también con la implacable de la
sociedad en general… Esa que parece darnos permiso para introducir la
maternidad y las decisiones más íntimas sobre esa maternidad en el cajón de “elementos
a juzgar”. Y en ese momento parece que todos nos convertimos en fiscales,
jueces y ejecutores de la sentencia que leemos a esa mujer, a esa familia.
Parece que olvidamos nuestro objetivo general de facilitar un entorno libre de
pecado y culpa a esa madre para que ella y su bebé puedan ser libres.
Cargamos sobre esa madre, sobre esa familia y esa mujer la
responsabilidad de cumplir con “la buena maternidad”, sea cual sea la que
entendemos como tal. Bien sea que tenga su parto en el hospital con todas las
máquinas del mundo y todos los profesionales que quepan en un paritorio para
poder controlar ese momento y que decidan por ella lo mejor para su parto y el
nacimiento de su bebé o que tenga su parto en casa, metida en su cueva con su
matrona y aquellas personas que desee que estén en ese momento, de una forma
íntima, con poca luz y mucha tranquilidad. La cuestión es que esa madre tiene
más difícil que una madre anónima el no ser juzgada, el ser apoyada y el ser
contenida y comprendida porque parece que desde los dos espacios (maternidad
como proceso fisiológico o maternidad como proceso sanitario) se espera que
cumpla, que represente esa imagen y “sea responsable” para con el resto de las
mujeres que verán su vivencia en las revistas o la prensa de cualquier tipo.
Pero… ¿No es importante preguntarse quizás qué es lo que
desea de verdad esa mujer?¿Es justo cargar sobre las espaldas de una mujer, por
muy famosa que sea, el cumplimiento de este u otro patrón de maternidad?¿No
hacemos entonces en el caso de las Doulas justo lo contrario a lo que realmente
es nuestra esencia?¿Corresponde a estas mujeres y sus bebés cumplir las
expectativas de otras personas que ellos ni conocen sólo por ser famosas?
Cada día nacen muchos bebés anónimos y otros que no lo son…
Cada tienen su parto muchas mujeres anónimas y otras que no lo son… Pero todos
ellos, famosos o no, inician su propio camino de amor ¿Les acompañamos a todos?
Bea Fdez
Presidenta de SerDoulas