El caso es que, como toda novia, preparaba ese día con inmensa ilusión. Iba a ser un día único en mi vida y mimaba cada detalle porque sería irrepetible. Quería que todo fuera perfecto y había mucho que hacer y que elegir.
Desde las flores, lugar y tipo de ceremonia, vestido, invitados... y entonces, un día, me di cuenta de que no tenía zapatos aún y faltaba muy poco para la fecha de la boda. Me estresé mucho, porque realmente no tenía mucha idea de zapatos de novia y lo que había visto por ahí me había asustado un poco, la verdad tanto en cuanto a diseño como a precio. Además, mi presupuesto no me permitía errores ni segundas compras, por lo que solo tendría una opción para comprar los zapatos ideales.
(ya sé que a estas alturas estáis pensando que me ha cambiado al sector de la moda, pero os pido que sigáis leyendo y veréis como todo tiene sentido)
Pensé lo que era importante para mi: que fueran bonitos... Sí, eso era importante porque se verían bajo el vestido que con tanto mimo había elegido y pedido reformar a mi gusto. También que fueran cómodos, eso sí, pues eran muuuuuuchas horas de pie y no pensaba quedarme parada después de la cena. Quería disfrutar el día hasta la mañana siguiente sin problemas. Y, claro, estaba el tema del presupuesto. Debían adecuarse a él. Era lo que había, y era limitado porque se me había escapado ese gasto de mi cálculo.
Ordenadas mis ideas sobre los zapatos ideales, pensé que sería bueno que alguien más experto que yo me acompañara a comprarlos, por lo que llamé a una amiga que se había casado hacía poco y que mantenía toda esa sabiduría sobre bodas y sus entresijos que las personas atesoran cuando preparan su boda desde el principio. Un cúmulo de conocimientos sobre tiendas, precios, cuestiones prácticas y consejos. Ella lo había vivido y sabría orientarme seguro!
Encantada, accedió a acompañarme. De hecho, para ella era en parte como revivir la ilusión de su propia boda y, por otra parte, era muy halagador que yo confiara uno de los secretos de la boda en ella... y que le pidiera estar conmigo!
Pasamos la tarde recorriendo tiendas en Madrid. Tiendas de novias, especializadas en calzado para
novias, zapaterías normales... Y al fin, al borde de la desesperación, en una de ellas encontré los zapatos que había descrito a mi amiga días atrás! Los que había visualizado! "Son estos, son los tuyos!", reconoció ella rápidamente.
Pero yo estaba en otro planeta, enamorada de otros zapatos que reposaban cerca de aquellos que encajaban perfectamente con lo que había deseado hasta ese momento. Los que me atraían tanto como para hechizarme no eran lo pensado, sino unos preciosos zapatos de tacón infinito en color blanco roto, forrados y un poco más caros de lo presupuestado... Realmente no encajaban con lo que yo había imaginado y deseado antes, pero ahora eran lo que yo quería. Quería esos zapatos aunque tuviera que descalzarme a ratos para bailar!
Inmediatamente mi amiga me empezó a recordar lo que yo deseaba al empezar la búsqueda, las razones más que lógicas que le había dado para elegir los zapatos cómodos y no los que se habían convertido en el objeto de mis anhelos. Con toda su buena intención, me recordó cada palabra mía, cada motivación y circunstancia, que habíamos recorrido más de 15 tiendas de todo Madrid para encontrarlos y que ahora al fin los tenía delante y no podía dejarlos ir. Que ya los tenía casi en mi mano, que tenía en mi mano lo que había deseado que, además, era lo mejor que podía elegir de modo lógico.
- Tienes estos en el 38?
Así, con voz apagada pero amable pedí los zapatos cómodos, los imaginados. Y los que me enamoraron se quedaron en la estantería de esa tienda, en espera de otra novia que decidiera quizás por sí misma permitirse caer en profundo hechizo y olvidarse de las expectativas que traía antes.
Con el tiempo, sigo recordando aquellos zapatos y cuanto me costó renunciar a lo que deseaba en ese momento, cuan presionada me sentí y poco autorizada a cambiar mis decisiones previas para adecuarlas a lo que sentía en ese momento...
Eran mis zapatos, no los suyos. Y no tenía derecho a presionarme ni siquiera con los deseos que yo antes había expresado. Mi amiga ese día me robó los zapatos sin saberlo, desde el amor que me profesaba y con la mejor intención.
Recuerdo esta historia cada vez que alguien me dice que como Doula he de recordar a la mujer en su parto las cosas que deseaba para ese momento... Ella las sabe, ella las eligió, y ella elije en cada momento, vaya esto o no en contra de sus deseos iniciales. Son sus zapatos, no los míos.
Por eso si alguna vez alguien os dice que no podéis ir en contra de lo que deseábais previamente, recordad aquellos preciosos zapatos, aquella novia que renunció a ellos y daos permiso para simplemente seguiros y escucharos más allá de expectativas, planes o consejos.
Elegid vuestros zapatos, porque vosotras los llevaréis.
Doula
Telf: 600218964