lunes, 30 de noviembre de 2015

CUANDO VOMITAR NO ES LO NORMAL: HIPERÉMESIS GRAVÍDICA

La hiperémesis gravídica apareció en mi vida hace 8 años. Hasta ese momento, esas palabras no significaban nada para mi, ni sabía siquiera de su existencia, significado semántico y, mucho menos, lo que implicaba a nivel de vivencia semejantes palabrejas.

Recién descubierto mi sorprendente primer embarazo, empecé a tener las "típicas" naúseas. Nada importante, creía yo. Nada por lo que consultar o que pudiera ser preocupante. Serían unas mañanas malas y nada más... Pero pasaban los días... las mañanas eran horribles, pero las tardes no eran mejores y las noches de terror... Vomitaba entre 8 y 10 veces al día, no podía beber líquidos de ningún tipo y todo lo que comía terminaba conmigo agachada en el water, casi sin poder respirar y con los ojos llenos de lágrimas por los esfuerzos del vómito.
No pasa nada, todo normal. Habrá quien vomite más y quien vomite menos, pensé... Y entonces, empecé a vomitar también cuando ya no quedaba nada que vomitar. Mis días pasaban entre escalofríos, sofocones de calor, retortijones de estómago, intentos vanos de contener los vómitos... Y así llegué al día en el que me dijeron que mi bebé no tenía latido fetal...

Otro día seguro hablo de mi primera experiencia maternal propia (prometido), pero hoy me centraré en lo que supone la HG. Ya que el siguiente embarazo, pese a las previsiones de quienes me atendieron, transcurrió también por el camino de los vómitos, las naúseas, los mareos, las lágrimas, el sentir que nunca volvería a tener una vida normal ni podría disfrutar de mi embarazo como lo hacían todas las mujeres "normales". "Nomales", cómo pesa esa palabra! Qué es lo normal y qué no es normal... cómo de extraordinario era eso que me pasaba?

Pasaban los días, las semanas, y yo seguía vomitando todo... sueros, agua, zumos, sólidos... Vomitaba las pastillas para no vomitar un día tras otro. Probaba todos los trucos posibles: puntos de presión, té de jengibre, dietas de proteínas, fármacos, relajación... nada funcionaba, y mi ánimo cada día estaba más bajo.
Nadie le daba importancia, eran los vómitos de embarazada, unas teníamos más que otras, y se me pasarían a las 12 semanas... Las ansiadas 12 semanas!!

Pero llegaron las 12 semanas y todo seguía igual... las 15, las 18, las 20 semanas... Y empezaron las acusaciones de que yo misma me provocaba el vómito, de que me ponía nerviosa, de que le hacía daño a mi bebé... Mi impotencia iba a más... cómo podemos acusar a una mujer embarazada, que lleva 2 meses vomitando y encontrándose mal de ser mala madre porque no puede evitarlo? Qué tipo de pensamiento nos lleva a esa conclusión y a la necesidad de trasladársela? Prefería no pensarlo y tratar de llevar mi estado lo mejor posible.

Al fin, en la semana 24 aproximadamente los vómitos empezaron a remitir... sí, tenía alguna naúsea, pero ya no sentía esa necesidad constante de expulsar todo el contenido de mi estómago y los espasmos y dolores que acompañaban a ese horrible momento que se venía repitiendo desde hacía 18 semanas a diario una media de 8 veces... Y entonces pude pararme a reflexionar, a buscar información más amplia y centrada en posibles soluciones.

Entonces descubrí que hasta un 3% de las mujeres embarazadas sufren este transtorno, que en la mayor parte de los casos pasa desapercibido o se mitiga en parte con los remedios paliativos que se les ofrecen, pero que hay un porcentaje que parece resistirse a cualquier remedio y persiste hasta incluso el momento del parto.
Comprobé que ni siquiera había demasiado consenso sobre los motivos claros, o que al menos no había relaciones causa-efecto definitivas. Se hablaba de altos niveles de HCG, de antecedentes propios o familiares de hiperémesis, de deficiencias de ciertas vitaminas o minerales... Todo desde el punto de vista estadístico. Pero, claro, la estadística no es más que números... si te ha correspondido ser una de las mujeres que entran en ese porcentaje, por bajo que sea, la estadística no te ayuda ni te consuela...

Y reflexioné sobre cómo se siente una mujer en esa situación:
- débil: se encuentra mal permanentemente, está vulnerable física y emocionalmente porque este estado va minando su estado anímico.
- ajena a su vida: toda su vida se trastoca! No puede apenas moverse de casa, no puede tener una vida normal, ni siquiera en el simple acto social de comer con su familia es normal...
- culpable: y si los vómito dañan a mi bebé? y si le están faltando nutrientes? y si no crece sano por lo que me está sucediendo?
- extraña: por qué me está pasando esto a mi? Todas las mujeres que me rodean pueden tener vida normal en sus embarazos, permanecen más o menos activas y pueden disfrutar... todas menos yo.
- impotente: he hecho todo lo que me han dicho, he probado todos los remedios, he parado mi vida para poder reposar y favorecer mi tranquilidad... no puedo hacer más! qué hago?
- sola: todo el mundo da por hecho que las embarazadas vomitan, nadie valora ese malestar permanente, ese sentir que en cualquier momento desfallecerás si vomitas una vez más, ese sentir que toda tu vida está pasando entre frustración e impotencia por no poder hacer nada...

La hiperémesis gravídica es un problema que viven no pocas mujeres, y la mayoría lo hacen sin saber lo que es o cómo pueden intentar mejorar su calidad de vida, sintiéndose extrañas porque nadie valora o valida lo que sienten y lo que viven... viendo como, en cada vómito, su energía se va desgastando en el camino y sinténdose solas...

La hiperémesis gravídica no son los vómitos normales del embarazo, sino algo mucho más intenso y agotador. Escuchemos lo que tienen que contarnos las mujeres y apoyemos sus necesidades. Porque apoyar a estas mujeres es apoyar a sus bebés y su maternidad. Y porque vivir el embarazo de este modo puede ser muy frustrante, y más si sentimos que no nos escuchan, que no nos entienden, que no nos apoyan...


Bea Fernández
Doula.
Telf: 600218964


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