Os podría contar muchas cosas sobre este curso... cuánto me ha ayudado a recordar todo lo que me
ata para no volar, cuánto me ha hecho mirar dentro y usar con apertura las herramientas que me ha facilitado Mónica Alvarez... Pero prefiero trasladaros un ejemplo que sé que quienes me seguís o me conocéis vais a entender.
Y os lo traslado porque vivirlo es creerlo, y yo lo he vivido. Y porque tenéis la oportunidad de vivirlo también en la nueva edición que saldrá dentro de muy poco... Aquí va el cómo yo abrí mi botella para conseguir lo que quería... Y el cómo intentaré seguir abriendo las botellas que la vida me presente...
Tras un mes fuera de mi casa al fin regresé.
Deshacer maletas, colocar cosas, poner lavadoras… Y, merecidamente, una cenita tranquila! Mi intención era hacerme una ensalada de tomate, queso fresco, cacahuetes y un aliño con vinagre de Módena pero cual fue mi sorpresa cuando la botella de vinagre no abría.
Con el calor de Madrid se había resecado el vinagre que quedaba en la tapa y no conseguía que girara la rosca. Lo intenté de todos los modos y, cansada, casi a punto de desistir, decidí dársela a mi pareja para ver si tenía más suerte.
Apretó con todas sus fuerzas, hasta el punto de hacerse daño, pero la botella seguía cerrada… Mi ensalada se esfumaba…
Entonces pensé… si el calor la ha cerrado, por qué no probar con lo mismo? Agarré la botella por el tapón y la mantuve un par de minutos entre mi mano cerrada. Quizás necesitaba algo tan sencillo y tan complicado a la vez como pensar en el origen del problema para resolverlo, en lugar de pelearme con él.
Así, mágicamente, el tapón se dejó desenroscar con sorprendente facilidad. Y del mismo modo nuestros anclajes, marcas, lealtades y patrones pueden aflojarse para dejarnos ser cuando desprogramas tu mente.
Que a qué venía esto? Ah, sí: gracias, Mónica Alvarez, por enseñarme en “Desprograma tu Mente” a abrir mi botella de vinagre y disfrutar de mi ensalada más que merecida.
Madre, Doula
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