La realidad, más allá de consideraciones parciales o filtradas, es que en el primer minuto en el que una mujer se queda embarazada ya está ejerciendo su papel de madre, ya está cuidando de su pequeño, incluso a veces sin percatarse. Y ya está tomando decisiones para él o ella. Algunas de estas decisiones son conscientes y verbalizadas y otras no, pero no por ello dejan de ser tangibles.
Desde dejar de consumir algo que pueda dañarle a cuidar más quizás la alimentación, consumir suplementos de diversa índole o buscar fuentes de información para saber más de todo aquello que parece que se nos ha perdido en el abismo de la civilización y en nuestro alejamiento del instinto. Y, desde luego, tomar las riendas del modo que cada una de estas mujeres necesite para sentirse de verdad dueñas de su maternidad.
Una de esas decisiones es precisamente la lactancia. Y sí, es una decisión, es una opción de crianza que depende exclusivamente de mamá, bebé y familia. Por ello las mujeres durante el embarazo, o bien cuando ya han recibido a su bebé, se enfrentan a esta como una de las primeras y fundamentales decisiones de crianza que tomarán en el primer año de vida de su bebé.
Una de esas decisiones es precisamente la lactancia. Y sí, es una decisión, es una opción de crianza que depende exclusivamente de mamá, bebé y familia. Por ello las mujeres durante el embarazo, o bien cuando ya han recibido a su bebé, se enfrentan a esta como una de las primeras y fundamentales decisiones de crianza que tomarán en el primer año de vida de su bebé.
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A día de hoy, si bien es indiscutible que lo óptimo para el desarrollo integral de los bebés es el disfrutar de una lactancia materna plena para ellos y sus madres, el que ésta se no se produzca ya no es en absoluto una cuestión de vida o muerte para el bebé.
Cuando se habla de lactancia materna y de lo que la hace mejor frente a la lactancia artificial, los más evidentes siempre aparecen primero en las cuestiones nutricionales. El hecho de que es un alimento especialmente creado para el bebé por la naturaleza. Un alimento equilibrado y que siempre está disponible y listo para llegar al bebé (siempre y cuando se permita a la madre estar con el pequeño el tiempo que dure la lactancia, claro. Tema en el que mucho hemos de avanzar aún)
Cuando se habla de lactancia materna y de lo que la hace mejor frente a la lactancia artificial, los más evidentes siempre aparecen primero en las cuestiones nutricionales. El hecho de que es un alimento especialmente creado para el bebé por la naturaleza. Un alimento equilibrado y que siempre está disponible y listo para llegar al bebé (siempre y cuando se permita a la madre estar con el pequeño el tiempo que dure la lactancia, claro. Tema en el que mucho hemos de avanzar aún)
También se habla de las ventajas económicas y logísticas al ahorrarnos las familias los biberones, esterilizadores, leches de fórmula y demás artículos asociados a la lactancia artificial. Y se habla, además, de los beneficios emocionales. Se habla de la lactancia materna como un acto de amor de una madre hacia su bebé. Y, unidos, todos ellos suponen un favorecedor elemento para el desarrollo integral del bebé, y también de la madre. Porque, sí, el desarrollo del bebé implica mucho más que el hecho de "coger peso", implica desarrollo emocional, físico visible y un fundamental desarrollo físico que no es mesurable en una báscula pero que afecta al posterior crecimiento físico, psicológico y emocional de cada uno de esos pequeños, y que también va vinculado al desarrollo de cada madre en su papel de maternaje y en su vínculo con su bebé.
Pero… ¿qué implica la lactancia materna en realidad?
La lactancia materna implica, sobre todas las cosas, ofrecer… Pero no sólo ofrecer el pecho como acto físico, sino dar cada minuto, cada segundo de nuestra existencia a ese bebé que ha llegado a nuestros brazos. Dar cada instante de modo efectivo porque, lejos de lo que todavía se promulga en muchos espacios, la lactancia materna es a demanda: a demanda de alimentación y a demanda de atención emocional. Es decir, que el bebé nos dice cuando necesita del pecho de mamá y no podemos, normalmente, anticiparnos con exactitud para saber cuando será el momento en el que nos dirá que quiere mamar, no hay un reloj o una alarma que nos avise previamente, sino que lo que pueda avisar a cada madre se basa en la comunicación que tengan su bebé y ella.
La lactancia materna implica, sobre todas las cosas, ofrecer… Pero no sólo ofrecer el pecho como acto físico, sino dar cada minuto, cada segundo de nuestra existencia a ese bebé que ha llegado a nuestros brazos. Dar cada instante de modo efectivo porque, lejos de lo que todavía se promulga en muchos espacios, la lactancia materna es a demanda: a demanda de alimentación y a demanda de atención emocional. Es decir, que el bebé nos dice cuando necesita del pecho de mamá y no podemos, normalmente, anticiparnos con exactitud para saber cuando será el momento en el que nos dirá que quiere mamar, no hay un reloj o una alarma que nos avise previamente, sino que lo que pueda avisar a cada madre se basa en la comunicación que tengan su bebé y ella.
Y esto puede suceder cada 20 minutos, cada hora, cada 15 minutos o cada 4 horas…La lactancia, como decimos, no entiende de relojes… Ni de espacios, ni de rutinas domésticas que haya que cumplir… La lactancia es un acto de entrega 24 horas, como lo es la maternidad en sí, en esencia.
Y no lo es sólo porque el pequeño pueda tener hambre o sed, sino porque la lactancia (sea lactancia materna o con leche artificial) es, o debería ser, también un enorme acto emocional, de comunicación... Porque es un momento en el que el bebé se siente escuchado, atendido y contenido por la persona que es su epicentro emocional y vital.
Pero explicado así parece que damos la razón a quienes rechazan el acto de la lactancia materna como algo placentero y lo engloban en la esclavitud maternal trasnochada, como un acto de abnegación.
Y no lo es sólo porque el pequeño pueda tener hambre o sed, sino porque la lactancia (sea lactancia materna o con leche artificial) es, o debería ser, también un enorme acto emocional, de comunicación... Porque es un momento en el que el bebé se siente escuchado, atendido y contenido por la persona que es su epicentro emocional y vital.
Pero explicado así parece que damos la razón a quienes rechazan el acto de la lactancia materna como algo placentero y lo engloban en la esclavitud maternal trasnochada, como un acto de abnegación.
No, esto no significa en absoluto que la lactancia sea algún tipo de esclavitud, como se ha podido escuchar o leer en algunos lugares, sino que es un acto de entrega.
La mamá entrega a su bebé su existencia porque ese bebé es la base de su maternidad, de la maternidad que ella vive y que, en la mayor parte de los casos a día de hoy, ha decidido que llegue a su vida. La madre, la familia, entregan a la crianza de ese bebé todo su ser en todo momento.
Y ahora viene la gran pregunta: ¿esto no puede ocurrir con un bebé que se alimente con lactancia artificial? ¿Acaso no se puede vivir una lactancia artificial con entrega emocional y física? Por supuesto que sí, pero la gran diferencia es que la mamá se convierte no sólo emocionalmente, sino también físicamente en insustituible dentro de una lactancia materna. Y esa es la gran diferencia en este sentido. Que la mamá que ofrece lactancia materna ha de ser consciente de que no puede ser sustituida y sea consciente de lo que ello significa para ella concretamente, y es esto precisamente lo que de modo habitual no se suele contar de la lactancia materna.
Siempre digo que yo he visto dar el pecho con “despecho” y dar biberones con mucha paz. Y ahí está precisamente el quid de la cuestión, en que cada uno tomemos las decisiones conscientes de lo que significan. Y la lactancia no es un simple acto nutricional, sino que es un acto de entrega, de amor, de contacto, de ofrecer espacio y tiempo para compartir… De conocimiento mutuo y de seguridad mutua. Por eso es tan importante que, para que todo esto se cumpla, nos concienciemos sobre el hecho de que la lactancia es una decisión de crianza. Una decisión que precisa el apoyo de toda la familia para que sea un camino armonioso y del que se disfrute. Una decisión que se ha de meditar no en base a lo que un libro u otro, un profesional u otro, una madre experimentada u otra o cualquiera ajeno a esa maternidad digamos o pensemos. Es una decisión que se ha de meditar en función de lo que siente la mamá, el bebé y la familia para que sea una decisión acorde con ellos y de la que puedan disfrutar con libertad y en la que puedan volcar su amor.
Siempre digo que yo he visto dar el pecho con “despecho” y dar biberones con mucha paz. Y ahí está precisamente el quid de la cuestión, en que cada uno tomemos las decisiones conscientes de lo que significan. Y la lactancia no es un simple acto nutricional, sino que es un acto de entrega, de amor, de contacto, de ofrecer espacio y tiempo para compartir… De conocimiento mutuo y de seguridad mutua. Por eso es tan importante que, para que todo esto se cumpla, nos concienciemos sobre el hecho de que la lactancia es una decisión de crianza. Una decisión que precisa el apoyo de toda la familia para que sea un camino armonioso y del que se disfrute. Una decisión que se ha de meditar no en base a lo que un libro u otro, un profesional u otro, una madre experimentada u otra o cualquiera ajeno a esa maternidad digamos o pensemos. Es una decisión que se ha de meditar en función de lo que siente la mamá, el bebé y la familia para que sea una decisión acorde con ellos y de la que puedan disfrutar con libertad y en la que puedan volcar su amor.
Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en duelo y nuevos caminos maternales.
Madrid.
Telf: 600218964
Bueno, bueno... Muy de acuerdo en todo Beatriz. Yo he criado a mi hijo con leche de fórmula complementada con leche materna en diferido, porque por una serie de problemas, no conseguí que se "enganchara" al pecho. Fue una decisión personal que no todos entendieron. Soy prolactancia materna, pero al no poder tener una lactancia "normal" y tener que recurrir a la leche artificial, tuve que superar, no solo mi frustración, sino también el rechazo hacia la artificial y los biberones. Ahora sé que mi entrega ha sido total. Le doy los bibes a mi niño con mucho amor, pegado a mi cuerpo, tocándole la manita, mirándole a los ojos... Y el 90% se los doy yo, solo algunos se los da mi madre o mi marido, y todos todos se los preparo yo. Me ha encantado tu artículo. Lo comparto y te sigo. Un abrazo.
ResponderEliminarCómo me emociona leer tu vivencia! A veces da tanto la sensación de que el ser "buena" o "mala" madre depende de si se consigue lactancia materna exclusiva o no que incluso muchas mujeres llegan a no contar su vivencia por miedo a los juicios a los que las sometan... Y esto no debería ser para nada así.
ResponderEliminarMuchas, muchísimas madres han criado a sus bebés con lactancia artificial o mixta, cada una por sus circunstancias, y no es para nada justo decir o pensar que esa maternidad es menos entregada, menos amorosa o menos maternidad.
El proceso que tú viviste, similar al que personalmente viví, requiere unas herramientas personales y una consciencia inmensas para poder llegar a "reconciliarnos" con esa maternidad que no esperábamos y poder querernos como madres y valorarnos como tales y como mujeres. Y poder seguir ofreciendo una crianza amorosa a nuestros bebés.
Gracias, Yolanda. De verdad.