lunes, 9 de febrero de 2015

EL REGRESO DE LA INQUISICIÓN: BRUJAS Y DOULAS

A mediados del siglo XV muchas mujeres empezaron a ser perseguidas, acusadas y condenadas por brujería en nuestro país y en muchos otros. Eran estos procesos en los que, sin pruebas reales y con testimonios débiles y sospechas, se torturaba y asesinaba sin pudor a quienes tiempo más tarde se confirmó que eran simples mujeres contra quienes se habían levantado falsos testimonios y también muchas de ellas eran curanderas o mujeres que conocían remedios que la naturaleza aportaba o estaban conectadas con la esencia femenina y su ser, algo absolutamente impensable en la época y aún ahora visto como extraño al menos.

A esas mujeres a quienes se torturó y quemó en la hoguera no se las escuchaba en sus explicaciones o motivos, no se las tenía en cuenta como individuos, sino que se las incluía en un colectivo guiado por la maldad y con objetivos contrarios a la moral de la época.
A esas mujeres se las obligaba a vivir bajo el estigma de la sospecha permanente, del miedo a hablar por temor a ser dilapidadas en cualquier momento y del temor a ofrecer su saber y su hacer libremente, aunque supieran que podría ser beneficioso, porque ello podía llevar a que fueran condenadas por un delito que no era tal: ser diferentes y ofrecer cosas distintas.

Recuerdo cuando leía sobre esas mujeres torturadas hasta que confesaban su falsa brujería. Y recuerdo la impotencia que me causaba el relato de toda aquella situación, cómo imaginaba su perplejidad, su desesperación y su temor constantes por ellas y por sus familias. Como llegaba a entender que muchas se aislaran, se convirtieran en ermitañas, lo que acrecentaba su ya existente fama de brujas: “por qué se esconde si no ha hecho nada y es inocente?”, se preguntaban quienes las veían sospechosas. La respuesta era una y clara: miedo y no culpa.
Y recuerdo todas estas cosas no sólo porque sean algo que sepa por haber leído sobre ello, sino porque a día de hoy encuentro situaciones que me recuerdan las vivencias de esas falsas brujas que eran acusadas, acosadas, acorraladas y condenadas sin prueba o derecho alguno a la defensa. Sin dar credibilidad más que los testimonios de los poderosos o de quienes querían complacerles o creían a ciegas a esos poderosos.
Y es que unas veces los poderosos son representantes de un culto religiosos y hombres poderosos y en otras ocasiones son profesionales de cualquier ramo. Pero el objetivo siempre es el mismo: erradicar aquello por lo que nos sentimos amenazados o cuestionados.

Os pondré un ejemplo claro con el que se comprenderá por qué revivo las cazas de brujas con absoluta claridad. Hace poco, en un grupo de una red social enfocado a la crianza con apego y respetuosa (respeto, algo que nombramos mucho pero que parecemos no comprender) una compañera se atrevió a poner un artículo sobre la labor de la Doula. Se trataba de un grupo en el que había informaciones, publicidades de servicios diversos, consultas entre mamás… En fin, un grupo en el que otros profesionales y personas en general publicaban libremente.

En cuanto apareció la publicación de la compañera, llovieron las piedras sobre ella. Ninguna de las personas que la juzgaban la conocían o sabían siquiera su modo de trabajar, pero ya estaba enjuiciadas y con la sentencia en la mano solo por ser Doula. Y así continuó mientras ella clamaba respeto y pedía que cualquier opinión que se vertiera estuviera fundada en información, abría la posibilidad de diálogo con quienes la atacaban y esperaba el mismo respeto que se ofrecía al resto de integrantes del grupo.
Las acusaciones llegaron incluso a recriminarle el publicitarse, cosa que no estaba haciendo pero que sí había sido hecha por otras personas en ese mismo grupo. Y, desde luego, se la acusó de cometer intrusismo profesional, amparadas en el hecho de que hubiera ciertos colectivos que así lo manifestaban respecto al colectivo de las Doulas. Todo ello en medio de un supuesto espacio de respeto y apertura, de un espacio de libertad para todos los integrantes del mismo… Para todos menos para una: la Doula que se descubre como tal, la que no se esconde y dice con orgullo que lo es porque sabe que nada malo hace en el ejercicio de su profesión.
La compañera visualizaba al inquisidor, el gobernador y los alguaciles, convertidos en mujeres que, en base a una creencia y no a una realidad contrastada e información, se estaban convirtiendo en sus verdugos virtuales, visualizaba la pira en la que sería quemada mientras intentaba apelar a la escucha. 
Mientras, conocía el hecho de que incluso había habido personas que se habían ido del grupo basado en el respeto y la libertad sólo porque entraba una Doula… Las mujeres decentes del pueblo se habían apartado de la bruja malvada no porque supieran que lo era, sino porque así lo habían oído decir… Un ejemplo claro de inquisición, de querer eliminar aquello que no comprendemos o no conocemos y nos causa temor o sospecha sin llegar siquiera a acercarnos a ello.

Un ejemplo claro de lo que muchas compañeras viven día a día. Compañeras que son madres y Doulas. Que participan en grupos de lactancia, crianza, duelo, movimientos pro lactancia materna, pro parto respetado y otros espacios en los que cualquier otra persona puede decir a lo que se dedica pero ellas no. Ellas no son libres, no pueden decir que son Doulas porque se sospecha de que estén intentando “captar clientes”. Que, digo yo, igual una mamá que sea Podóloga también podría estar intentando captar clientes en esos grupos, pero de ella no se sospecha.

Imagen de www.galleryhip.com
Las Doulas no somos brujas, no somos intrusas, no somos personas que nos levantamos una mañana
y decidimos “vivir de las mujeres”… Y quien sea así, no es Doula.
Las Doulas somos profesionales que nos informamos y nos formamos. Que permanecemos en el papel de acompañamiento emocional, que complementamos las labores de otros profesionales desde la consciencia de los límites de nuestro papel y la necesidad de cada mujer que decide buscarnos. Las Doulas no somos advenedizas de la maternidad ni aprovechamos las carencias del sistema para hacer nuestro negocio porque las Doulas siempre hemos estado al lado de la mujer e incluso junto a la partera.
Las Doulas somos profesionales, los únicos profesionales que nos dedicamos exclusivamente al acompañamiento emocional en la maternidad, sin más objetivos ni aspiraciones que ofrecer ese estar a quien nos lo pide.


Estamos orgullosas de ser Doulas y cada día trabajamos y nos trabajamos para ser mejores Doulas, y esa es la realidad. El resto son cazas de brujas, de brujas que alguien quiere ver porque así lo necesita, como sucedía hace siglos. 



Bea Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en Duelo y Nuevos caminos maternales.
serdoulasmadrid@gmail.com
600218964

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