A veces el poder es ejercido desde lo económico, desde el tener más o menos dinero que nos permita hacer o tener más que los demás, o al menos aparentarlo. En otras ocasiones el poder se ejerce desde el sometimiento de otros seres vivos que nos rodean: en el trabajo, en la familia, entre los amigos o los clientes de lo que ofrecemos.
Las demostraciones de poder son a veces sutiles, se marcan por pequeños detalles que parecen carecer de importancia pero que para quien ansía sentir el poder son muestras de que lo ha conseguido. Y en otras ocasiones son auténticas agresiones a otros por conseguir tener poder sobre ellos en aquello que se desea.
En maternidad este deseo de poder es desarrollado por parte de algunas personas, que en teoría deberían apoyar y ayudar, sobre las mujeres y familias. Sobre la información que se les facilita, sobre la atención que se les ofrece, sobre las elecciones que se les permiten tomar...
El ansia de poder en la maternidad viene a veces bajo el disfraz del lenguaje del miedo: "si no te tomas esto, tu bebé morirá", "si no haces esto a tu bebé le puede pasar algo", "si sigues así la salud de tu bebé está comprometida"... Miedo que se utiliza como estrategia, combinado con una información parcial que va orientada a apoyar y alimentar ese miedo a preguntarse qué pasará si tomamos una decisión contraria a lo que se nos está aconsejando o siquiera si preguntamos. Miedo como herramienta para anularnos en nuestras capacidades de decidir, pues nos paraliza y nos hace sentirnos inseguras, inválidas.
Otras veces, el poder en la maternidad se pone la máscara del paternalismo. De quien nos indica que sabe lo que es mejor para nosotras, nuestros bebés o nuestra familia. Quien con palabras condescendientes y gesto incluso tierno nos dirige para que no tomemos opciones diferentes, para que nos dejemos guiar y manejar por el camino porque sabe más que nosotras supuestamente, porque tiene una preparación u otra que le permite ser la guía de nuestra maternidad y el oráculo de todas las maternidades. Quien nos convence de que no sabremos tomar buenas decisiones si no es de su mano.
E incluso este poder en la maternidad puede venir del intento claro, evidente y abierto de limitar nuestras decisiones, de sesgar nuestra capacidad de decisión para coartar así nuestras libertades y nuestro propio poder. Así, en ocasiones las entidades, espacios o profesionales que deberían trabajar con y por nosotras en nuestra maternidad, ayudándonos y apoyándonos, se convierten en verdugos de nuestra libertad, de nuestro derecho innegable de desarrollarnos en esa maternidad del modo que deseemos o sintamos.
Todas estas formas de poder se ejercen en la atención a la maternidad con cotidianidad sorprendente y complicidad absoluta por parte de la mayor parte de la sociedad, quizás porque, en general, estamos acostumbrados a tener relaciones de poder. A que haya alguien que mande, que domine, que nos indique y nos guíe y tome el poder.
Y quizás por esa normalidad parece tan subversivo el decidir por uno mismo, el tomar las riendas, tratar de informarse hasta estar satisfecho con la información que se posee, decidir algo diferente a lo habitual o a lo que nos aconsejan "quienes saben" o siquiera preguntar los motivos de las recomendaciones a quienes nos las hacen y no simplemente dejarnos ir.
Tal vez por esa normalidad institucionalizada de las relaciones de poder, del que manda y el que obedece ciegamente, es por lo que no se entiende lo que las Doulas hacemos...
Es incomprensible.¿Cómo vas a contratar a una persona que no te aconseja, no te manipula, no te dirige y no te adoctrina? ¿Para qué tener a esa persona? ¿Qué intención tiene esa persona si no es la de dirigirte o entrenarte?
Señoras y señores, la intención de la Doula no es otra que estar, ser junto a quien acompaña... Ofrecer el espacio libre de consejos, directrices, sesgos, expectativas, prejuicios y relaciones de poder y sumisión que de otro modo no solemos encontrar.
La Doula no ansía el poder ni sobre la mujer, ni sobre la familia, ni sobre la maternidad. Y por ello la Doula es tan subversiva y no entra en la mentalidad de muchas personas, porque no queremos el poder, lo entregamos, lo devolvemos a sus verdaderas dueñas, que es de donde nunca debió salir.
Lamentamos con ello molestarles. No era nuestra intención. Nuestra única intención era acompañar.
El ansia de poder en la maternidad viene a veces bajo el disfraz del lenguaje del miedo: "si no te tomas esto, tu bebé morirá", "si no haces esto a tu bebé le puede pasar algo", "si sigues así la salud de tu bebé está comprometida"... Miedo que se utiliza como estrategia, combinado con una información parcial que va orientada a apoyar y alimentar ese miedo a preguntarse qué pasará si tomamos una decisión contraria a lo que se nos está aconsejando o siquiera si preguntamos. Miedo como herramienta para anularnos en nuestras capacidades de decidir, pues nos paraliza y nos hace sentirnos inseguras, inválidas.
Otras veces, el poder en la maternidad se pone la máscara del paternalismo. De quien nos indica que sabe lo que es mejor para nosotras, nuestros bebés o nuestra familia. Quien con palabras condescendientes y gesto incluso tierno nos dirige para que no tomemos opciones diferentes, para que nos dejemos guiar y manejar por el camino porque sabe más que nosotras supuestamente, porque tiene una preparación u otra que le permite ser la guía de nuestra maternidad y el oráculo de todas las maternidades. Quien nos convence de que no sabremos tomar buenas decisiones si no es de su mano.
E incluso este poder en la maternidad puede venir del intento claro, evidente y abierto de limitar nuestras decisiones, de sesgar nuestra capacidad de decisión para coartar así nuestras libertades y nuestro propio poder. Así, en ocasiones las entidades, espacios o profesionales que deberían trabajar con y por nosotras en nuestra maternidad, ayudándonos y apoyándonos, se convierten en verdugos de nuestra libertad, de nuestro derecho innegable de desarrollarnos en esa maternidad del modo que deseemos o sintamos.
Todas estas formas de poder se ejercen en la atención a la maternidad con cotidianidad sorprendente y complicidad absoluta por parte de la mayor parte de la sociedad, quizás porque, en general, estamos acostumbrados a tener relaciones de poder. A que haya alguien que mande, que domine, que nos indique y nos guíe y tome el poder.
Y quizás por esa normalidad parece tan subversivo el decidir por uno mismo, el tomar las riendas, tratar de informarse hasta estar satisfecho con la información que se posee, decidir algo diferente a lo habitual o a lo que nos aconsejan "quienes saben" o siquiera preguntar los motivos de las recomendaciones a quienes nos las hacen y no simplemente dejarnos ir.
Tal vez por esa normalidad institucionalizada de las relaciones de poder, del que manda y el que obedece ciegamente, es por lo que no se entiende lo que las Doulas hacemos...
Es incomprensible.¿Cómo vas a contratar a una persona que no te aconseja, no te manipula, no te dirige y no te adoctrina? ¿Para qué tener a esa persona? ¿Qué intención tiene esa persona si no es la de dirigirte o entrenarte?
Señoras y señores, la intención de la Doula no es otra que estar, ser junto a quien acompaña... Ofrecer el espacio libre de consejos, directrices, sesgos, expectativas, prejuicios y relaciones de poder y sumisión que de otro modo no solemos encontrar.
La Doula no ansía el poder ni sobre la mujer, ni sobre la familia, ni sobre la maternidad. Y por ello la Doula es tan subversiva y no entra en la mentalidad de muchas personas, porque no queremos el poder, lo entregamos, lo devolvemos a sus verdaderas dueñas, que es de donde nunca debió salir.
Lamentamos con ello molestarles. No era nuestra intención. Nuestra única intención era acompañar.
Bea Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en duelo y nuevos caminos maternales.
Telf: 600218964
serdoulasmadrid@gmail.com
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