Estamos en la semana mundial del parto y nacimiento
respetados y llevamos días leyendo frases sobre el parto, el nacimiento, su
importancia para el bebé y la mamá y para la sociedad en la que estamos, qué
consideramos un parto respetado, cómo favorecer o entorpecer que se cumpla ese
momento de nacimiento y parto respetado y mil cosas más que son reales,
tangibles y visibles…
En realidad, escribir algo sobre parto respetado es
relativamente fácil porque con simplemente relatar la sarta de cuestiones que
se han ido mejorando en los últimos años y las que aún quedan por mejorar
tenemos hecha una definición o un escrito realista sobre el parto respetado, el
nacimiento digno y cómo ambos elementos han ido cambiando y cómo podrían
mejorar dentro de nuestra atención sanitaria o nuestro concepto social.
Pero en casi todas las definiciones, proclamas,
felicitaciones, quejas y demás cuestiones plasmadas estos días he echado en
falta una cosa: definir qué es el nacimiento. ¿Qué se considera haber sido
madre? ¿ Qué se considera haber parido?
Todos esos textos, salvo algunas excepciones, hacen
referencia a partos en embarazos a término, con mamás sanas, bebés sanos,
posibilidad de elegir un plan de parto con antelación o al menos de pensar en
todas las posibilidades e informarse de ellas (o decidir no informarse)… Y,
sobre todo, hacen referencia a lo que médicamente se considera un parto. Es
decir, a bebés cerca ya de su fecha de nacimiento prevista. Y quizás por ello
llevo semanas intentando escribir algo sobre el parto respetado y no lo he
conseguido hasta ahora, que he visto la pieza que faltaba.
Y es que existen (existimos) otras madres, otros partos y
otros nacimientos. Aquellas madres que nunca acunarán a sus bebés, ni tendrán
oportunidad de pedir que les dejen hacer piel con piel con ellos para favorecer
la lactancia o el vínculo. Aquellas madres que nunca podrán elegir si quieren o
no epidural o en qué postura parir. Aquellas madres que no podrán decidir si a
sus pequeños les aplican profilaxis ocular o no. Las madres que no podrán
decidir si el cordón umbilical de su bebé deja de latir antes de ser cortado.
Las madres que no tendrán nada de todo esto porque su parto no se considera
parto y su bebé no se considera tampoco como tal.
Como madre he vivido y como Doula he acompañado este tipo de
nacimientos, este tipo de partos. Con sus
pródromos, su dilatación, sus contracciones, su expulsivo y su alumbramiento… Todo como en uno de esos partos respetados de los que tanto hablamos esta semana. Y con su posparto… Con ese posparto inesperado, vacío y extraño.
pródromos, su dilatación, sus contracciones, su expulsivo y su alumbramiento… Todo como en uno de esos partos respetados de los que tanto hablamos esta semana. Y con su posparto… Con ese posparto inesperado, vacío y extraño.
He visto y he sentido cada una de las fases, cada subida y
bajada hormonal, cada punzada de dolor físico acompañada de ese inmenso dolor
del alma. Las mamás que deciden parir a sus bebés, que alguien les habla de la
opción que tienen de hacerlo, de cómo pueden elegir incluso en la situación más
terrible que puedan imaginar: la pérdida de su bebé.
Porque esas mamás también pueden elegir, porque pueden
someterse a cirugía, inducir o simplemente esperar a que su parto, el de ese
bebé diminuto que para el resto del mundo quizás nunca tenga presencia ni
nombre, se produzca con el asesoramiento de su Matrona o Ginecóloco. En la
intimidad de su casa o en el hospital, con la compañía de su familia o también
de una Doula. Pudiendo ver y tocar y enterrar incluso a su bebé, o decidiendo
no hacerlo… Viviendo su espacio, su tiempo para ella, su bebé, su familia,
dentro de esa situación que ni esperaban ni deseaban, pero al menos sintiendo
que ese momento es suyo. Que aunque sea en poco, podrá elegir algo. Aunque no
sea en lo que a ella le gustaría, pero podrá elegir cómo vivirlo, cómo recibir
a ese bebé que no seguirá en sus brazos pero sí en su corazón para siempre.
Y su llegada, el cómo lo recibirá, también se quedará con
ella y con su familia. Será uno de los pocos recuerdos “tangibles” que quizás
tengan de ese pequeño. Así que sí, felicitémonos por los avances, miremos
adelante para seguir mejorando, sintamos que vamos por el camino adecuado… Pero
hagamos todo eso para todos los partos y todos los nacimientos, desde los de
los pequeños a término de gestación sanos, pasando por los pequeños que se
despiden poco antes de nacer y también aquellos que llegan y se van tan pronto,
que apenas queda huella en el mundo de ellos, salvo la más profunda y definitiva que dejan en el corazón de quienes
les amaron hasta el último aliento.
Avancemos hacia un parto y nacimiento respetados para todas
las madres y todos los bebés. Avancemos hacia una sociedad mejor.
Bea Fernández
Doula especiallizada en Duelo
y nuevos caminos maternales.
serdoulas@gmail.com
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