miércoles, 10 de septiembre de 2014

ABRIENDO EL CANDADO

Cada día l@s profesionales de la maternidad lo vemos. Mujeres que llegan a nosotras diciendo que se sienten solas, que se sienten raras ante el resto del mundo, que sienten que les ocurren cosas que nunca han escuchado relatar al resto de las mujeres que las rodean, que sienten impulsos y emociones que las hacen sentir culpables, las hacen sentir como si estuvieran locas, como si fueran seres extraños que hay que curar de algún modo para que vuelvan a ser como el resto de la humanidad.


A veces ocurre en el embarazo. En ocasiones las mujeres no se sienten tan felices como se espera socialmente que estén, sino preocupadas, llenas de miedos o incluso tristes, preocupadas y ansiosas. Incluso en los embarazos que han sido buscados y deseados pueden aflorar estas sensaciones. Incluso en las mujeres cuya vida parece algo ideal, casi planificada para la armonía, puede sentirse cualquiera de estas emociones que las alejan del sentimiento de felicidad y las separa de la sensación de “caminar sobre las nubes” que la sociedad supone que debe vivir una embarazada con una gestación sana y un bebé sano.


Otras mujeres llegan a estas emociones en el posparto. Incluso con partos “ideales”, con lactancias
exitosas desde el primer minuto, sin separaciones mamá-bebé, con vínculos emocionales fuertes y sanos… También con entornos que apoyan a la mamá y su maternidad, que ayudan a que pueda dedicarse exclusivamente al bebé el tiempo que ambos precisen y con el que se sientan bien. Incluso así hay mujeres que no terminan de sentirse bien o finalmente se sienten mal. Que se sienten defraudadas con alguna de las partes de la experiencia maternal, que han vivido las cosas de un modo muy diferente a lo que esperaban, o que tienen sentimientos que no esperaban tener, o que se sienten superadas por el torrente emocional que las embarga, o se ven mal físicamente, o, simplemente, nada es como lo esperaban. Ni mejor ni peor, sino diferente a lo esperado.

Todo eso ocurre en la intimidad de las casas de estas mujeres, de estas familias. Y en muchas ocasiones los bebés son los únicos testigos de esos momentos porque ellas ni se atreven a contarle a sus parejas que “esto no es lo que esperaba”. Y esos bebés son testigos que no saben contarlo… o, mejor dicho, saben contarlo sólo para quienes de verdad quieren escucharlo porque realmente sí que lo reflejan.

Estas son mujeres salen a la calle con sus bebés, reciben las visitas de otras mujeres que ya han sido madres, van a las revisiones posparto, hablan con sus amigas por teléfono… Y todas estar relaciones sociales las viven con la losa que supone sentirse mal del modo que sea y sentirse aún peor por creer ser las únicas que viven así la maternidad… Y lo viven en silencio…


Imagen tomada de www.spiritualwomen.org
Pero ¿qué ocurre si a varias mujeres que han sido madres las reúnes en una sala y comienzas a contar todo lo que es normal vivir y sentir pero sobre lo que no se habla normalmente? Esto es algo que, por ejemplo, ocurre en un grupo de apoyo. El efecto es inmediato y clarísimo. Todas comienzan a contar emociones, vivencias y experiencias similares. Todas se miran unas a otras identificándose entre ellas, sintiéndose aliviadas por no ser las únicas a las que les ha ocurrido aquello que relatan. Dejando de sentirse en una jaula de silencio y culpabilidad y abriendo su realidad al mundo íntimo que se crea en ese momento para que las demás mujeres vean que es algo que ocurre, que es real, que no es extraño…

Hasta ese momento en el que comienza la catarsis del grupo, la apertura de todas esas cajas donde se escondían los sentimientos que la sociedad no nos deja mostrar, la mujeres han vivido en su propia trampa, en su propia celda de aislamiento. No hablando, no contando lo que les ocurre se han ido cerrando uno tras otro los cerrojos de su cárcel y se los han ido cerrando al resto de las mujeres. Nos los hemos ido cerrando entre todas.


Por eso la honestidad sobre lo que sentimos es no sólo buena para nosotras como individuos, sino para las mujeres en general y para la sociedad. Es buena para poder nombrar lo que nos ocurre, para poder reconocerlo, para poder ver que no es nada extraño y para poder vivirlo e integrarlo.

Por eso deberíamos empezar a abrir esos cerrojos, a salir de nuestras celdas… Por ti, por nosotras… por todas. Gira la llave y abre la caja.



Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en Duelo y nuevos caminos maternales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario