miércoles, 26 de noviembre de 2014

UN NACIMIENTO COMO CUALQUIER OTRO... EL MÍO, POR EJEMPLO

Cuando se trabaja en el mundo de la maternidad desde el punto de vista emocional y se tiene cierta presencia en redes y espacios públicos parece que tu intimidad está expuesta, que has de abrir tu ser y tu experiencia. Muchas personas acostumbran a hacerlo y a exponerse, pero no suele ser mi caso.
Sí, muchas personas saben cosas de mi experiencia maternal o alguna pincelada de mi vida, pero no es motivo habitual de mis publicaciones en redes sociales y suelo mantener distancia entre mi círculo de confianza personal y mi vida laboral porque lo siento positivo para mi.

"Circle of women" de Addie Boswell
Nunca habréis leído una historia personal mía sobre maternidad, aunque tengáis la posibilidad de leer mucho que he escrito. De hecho, creo que esta es la primera vez que leeréis algo en primera persona que no sea una anécdota.

En estos días se cumplen 26 años de una de las despedidas más duras que nunca he tenido: la despedida de mi madre. Y en ese momento comprendí que muchas cosas nos habían quedado por vivir y compartir, pero no me imaginaba cuantas.
Cuando me quedé embarazada por primera vez, todo fue inesperado: el positivo y la despedida de mi bebé, que algún día quizás comparta. Pero, sobre todo, lo que removió más ese nacimiento de ese bebé tan pequeño que sabía que nunca vería crecer fue la sensación de que había muchas respuestas no sobre esa experiencia solamente sino sobre mi propia experiencia de nacimiento que necesitaban respuesta. Cosas que nunca me había preguntado porque nunca creí que me influirían de repente se hicieron importantes para mi. Fundamentales.

Dos meses más tarde de esta primera pérdida prenatal me quedé embarazada de nuevo. Un pequeño ser me elegía como madre y juntas mi hija y yo luchamos contra 5 sentencias de muerte para ella, remamos a la vez hacia la vida durante todo el embarazo contra las opiniones de todos los profesionales sanitarios, que no confiaban en que pudiéramos lograrlo. Y lo hicimos hasta el último minuto del parto. Y lo conseguimos. De eso hace ya 6 años y medio casi, y esa niña que en la semana 9 iba a desprenderse y por la que "solo puedes rezar" (palabras del Ginecólogo), en la semana 12 no tenía futuro y había que pensar en "tener otro ya que estás animada" (palabras de la Ginecóloga de urgencias), en la semana 14 no saldría adelante, en la semana 16 saldría con problemas y "habrá que ver si merece la pena tenerla porque con todo lo que lleva llegará mal" y en la semana 22 era "un aborto porque no saldrá viva" (palabras textuales de la profesional que nos atendió en el centro hospitalario) Esa niña en la que nadie salvo su madre confiaba es ahora es una niña sana, fuerte y con una comprensión del proceso maternal que pocos adultos tienen.
Y gracias a su nacimiento, el de mi segunda hija, me sentí aún más conectada con esa necesidad de respuestas, con esa curiosidad por saber de mi nacimiento. Y aquí, en el aniversario de la despedida de mi madre, comparto mis respuestas con el mundo, obtenidas de mil preguntas hechas al entorno directamente y a mi misma a través de Terapeutas increíbles.

En el año 1977 en las ciudades pequeñas de España una mujer de 20 años ya debía estar pensando en
casarse y tener hijos. Y con 25 y sin pareja las mujeres eran consideradas unas solteronas. Pero con 21 años mi madre ya estaba embarazada de mi hermano y 6 años más tarde llegué yo, así que ella cumplía el estandar de lo que se esperaba de las mujeres de la época: un mínimo de dos hijos antes de los 30 años. Y con ello se mezclaba ya la imagen e idea de la mujer independiente, con su trabajo pero también con su casa, sus hijos y su pareja y efectiva en todas esas facetas, como un reloj... Es decir, con su liberación que para algunas resultó ser yugo más bien.

Como muchas de las mujeres de la época, ella procedía de un pueblo pequeño, donde los partos siempre se habían producido en casa y donde ahora se demonizaba este proceder por ser carente de garantías de salud y por ser antiguo (tan antiguo como el nacer en sí mismo, claro) Así que mi madre parió a sus dos hijos en el hospital, cumpliendo también esta parte del plan que la sociedad tenía para ella.

De hecho, en el verano del año 1977 mi madre se puso de parto, y ella y mi padre corrieron al hospital. "El segundo te saldrá solo" le habían dicho. Pero nunca le dijeron que una experiencia de parto traumático previa y una experiencia de crianza difícil derivada de varios factores podría influir en este nuevo parto. Y, pese a haber roto aguas, el parto se alargó más de lo esperado por parte del Hospital, pero también más de lo esperado por ella misma.
Ya por la tarde, agotada, se rindió y dejó de empujar durante el expulsivo. No podía más, no podía empujar más y se dejó ir, posiblemente no por el parto en sí, sino por muchas cosas que implicaba este nuevo bebé en su vida, unidas a las que ya tenía y vivía cada día con la crianza del anterior.
No, no se arrepentía de tener hijos, adoraba a su hijo mayor de hecho como me adoró a mi. Pero el agotamiento era claro y visible tras 6 años sin dormir una sola noche, sin pasar un solo día sin algún percance a nivel de salud o alimentación y todo lo que ello implicaba a nivel emocional, familiar y social, de lo que implicaba seguir aparentando que todo iba bien cuando no lo sentía así, de lo que implicaba seguir cumpliendo con lo que se esperaba de ella como madre y con la presión que eso suponía a la hora de trasladarlo a sus hijos. Después de un camino sin descanso de 6 años, de repente, estaba a punto de llegar el inicio de otro camino... Le esperarían otros 6 años iguales? Le esperarían más reproches por problemas de alimentación y sueño? Más acusaciones de no ser buena madre porque sus hijos no llegaran a cumplir lo que se esperaba de un "niño bueno"? Muchas veces se lo había cuestionado a lo largo del embarazo y, evidentemente, la unión de todo ello hacía que no pudiera más.

Nací a las 16h del 19 de Julio de 1977 (no, no me importa decir mi edad porque no tengo conflictos con ella) en un hospital cualquiera del sistema público de salud español. Rodeada de médicos y personal sanitario, con la expectativa de que ella ya había parido una vez y ya sabía que tenía que hacer caso a las indicaciones y con el disgusto de estas personas cuando ya no pudo más y se rindió. Y nací como vivo: sin resignarme, sin dejar de pelear por lo que sentía que debía de ser, invirtiendo en ello todas mis fuerzas, hasta el último aliento. Y comprendiendo en ese momento que yo debía hacer la parte del trabajo que mi madre no podía hacer por mi. Admirándola por su valentía y por haber llegado hasta ese punto y por haberme dado una vida con la que empujar cuando ella ya no podía hacerlo.

Así nací yo, de una madre valiente, que no recibió comprensión y que no podía expresar su temor a no poder más, a no poder ser la madre que quería ser. Bajo la presión de las expectativas de la mujer "moderna" de esa época, de la mujer que ya ha parido y criado y que se supone que no necesita apoyo. Bajo la constante observación de los preceptos médicos y tecnológicos de la época, que la encaminaban a no ofrecer lactancia materna, a no dormir con sus hijos, a no "malcriar" con mimos y muchas otras cosas que en esa época eran doctrina respecto a la maternidad moderna (como si la maternidad fuera algo actualizable y no una parte de nuestra biología y fisiología) Nací de una mujer que cumplió todos los requisitos y normas que le ponían porque era lo que se esperaba de ella, porque era lo que se esperaba de una "buena madre" porque estas eran las opciones que la medicina y la sociedad entendían como mejores para sus hijos e imponían en general.

Y a esa madre le agradezco con inmenso amor hoy todo lo que hizo porque lo hizo con el más profundo amor, todo lo que soy y todo lo que seré porque lleva parte de ese amor.
Y todas esas madres que deciden cada día pensando en lo mejor para sus bebés y a todos esos Terapeutas que cada día ayudan a muchas personas a explorar la experiencia más increíble de su vida: el nacimiento... A todas ellas también gracias.



Bea Fernández
Nieta, Hija, Hermana y Madre.
Doula.


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