miércoles, 4 de junio de 2014

MI LIBERTAD Y EL FEMINISMO

Antes de que leais estas palabras, he de aclarar que son absolutamente personales. Mi opinión y mi sentir, sin más, y así deben ser leidas.
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Hace relativamente poco, una profesional de amplia experiencia, una teórica del feminismo y de las corrientes más visibles de lucha por los derechos femeninos, comparaba a una mujer que decidía dar lactancia materna a su bebé con una vaca e indicaba que de igual modo se criaban los niños sanos con leche de burra sin necesidad de sacrificio por parte de la madre. Y, curiosamente, poco tiempo más tarde, apareció aquella ya famosa portada en la que aparecía una mujer pintada de vaca con un niño y con el título "Madre o Vaca" . Seguro entre esos dos hecho no ha habido relación directa alguna, pues ni los encargados del reportaje de aquella revista conocían a la feminista ni viceversa. Pero el caso es que, como si fuera una respuesta clara, las cosas sucedieron en ese orden.

La cuestión es que mucho se ha hablado sobre el feminismo. Personalmente, como mujer he debatido profunda e intensamente sobre ello, en ocasiones reconozco que de un modo quizás excesivamente intenso, la verdad. Pero es que cuando hay algo realmente importante y que afecta a un colectivo tan amplio creo que merece que se vuelquen las energías en ello. Y cuando se habla de discriminación sexual es algo que afecta no sólo al amplio colectivo que suponemos las mujeres a día de hoy, sino a todas las mujeres de mañana  que recogerán lo que nosotras sembremos, y a todas las de ayer, que se esforzaron porque hoy tuviéramos algo que recoger, y a toda la sociedad en general.

El caso es que el movimiento feminista era y es algo necesario. Algo imprescindible para la evolución de nuestra sociedad y para la recuperación del equilibrio perdido siglos ha. Para la reparación de la injusticia del aplastamiento de la condición de igualdad entre las personas que debería ser inherente al simple hecho de ser humanos.
La realidad es que, a manos de esa clara subyugación, las mujeres perdimos la posibilidad de poseer, de hablar, de opinar, de aprender,  de tomar pareja por libre elección, de decidir el camino que deseábamos para nuestra sociedad a nivel político, de vivir nuestra sexualidad del modo que deseamos e incluso de elegir sobre nuestra maternidad. El gran proceso femenino por excelencia, del cual se apropió la ciencia convenciendo a las mujeres de que quien sabía sobre la maternidad eran los científicos y médicos que, evidentemente, eran hombres.

Todo esto que ha ido fraguándose durante siglos está todavía en proceso de normalización (sí, de normalización. Porque lo normal no es que un ser humano sea “aplastado” por otro que decida recortar sus libertades y considerarle inferior) y esto se refleja en todos los ámbitos de nuestra sociedad. Tanto en lo laboral como en lo político, económico…  Pero muchas cosas se han puesto ya en su sitio porque muchos han sido los logros que hemos conseguido las mujeres dentro de ese proceso de igualdad y de normalización que requería esta situación de evidente injusticia y discriminación.
Para ello ha habido auténticas luchadoras, anónimas y conocidas, que día a día han trabajado para que podamos vivir bajo las mismas reglas que los hombres y, aunque todavía hay mucho que caminar, este estallido, este empuje inicial tan trabajoso y lleno de energía, ha colocado mucho en su lugar, dejando a las mujeres de hoy un panorama muy diferente al de hace 20 años en todos los ámbitos.  Y por ello, como persona, mujer y madre, estoy más que agradecida a todo ese movimiento “explosivo” que nos ha dado el primer empujón para ponernos en el lugar que nos corresponde en justicia.

Ahora que todo este movimiento ha conseguido una parte, creo que importante, de lo que se pretendía, al menos en nuestra sociedad, nos encontramos con lo que podemos llamar “feministas de la vieja guardia”, que entienden la liberación de la mujer como una especie de “masculinización” y no como la capacidad de elegir libremente, que es (inocentemente) el significado que atribuyo al menos yo a la palabra liberación.
Liberar es, para mi, quitar límites, quitar ataduras, permitir que quien liberamos se sienta tranquilo/a para elegir, moverse, manifestarse… Para hacer aquello que las ataduras no le permitían si así lo decide. Y no es liberación lo que yo veo en el hecho de considerar esclava o “vaca” a una mujer que decide libremente quedarse en casa a criar a sus hijos en lugar de reincorporarse a su vida laboral, ni a la madre que decide ofrecer lactancia materna exclusiva (que es a demanda del bebé, evidentemente) a su bebé durante el tiempo que ella decide (decide libremente, de nuevo) o no finalizar la lactancia hasta que ella y su hijo lo deciden (otra vez, libremente)

Feminismo es defender la libertad de la mujer (al menos dentro del concepto que mi ignorancia me ofrece, lo es). Y exigir a las mujeres que vivan la maternidad de un modo diferente al que ellas libremente deciden, choca frontalmente con la idea de defensa de la libertad de la mujer que yo tengo.

Quizás es que el feminismo que se precisó para “sacarnos del abismo” ha de actualizarse, ha de escuchar las necesidades y deseos de las mujeres de nuestra sociedad. Quizás es que la reivindicación de derechos y libertades de la mujer ha pasado a ser algo que primero debemos reclamar y resolver dentro del propio feminismo. Quizás es que hemos de reconocer que la libertad significa que aquel que la recibe, aquel por quien hemos luchado para que la disfrute, decida ejercerla de un modo diferente al que nosotras desearíamos o esperábamos.

Quizás es que simplemente se trata de permitirnos decidir libremente como personas sin más. Sin diferencias ni etiquetas.  


Bea Fernández, Doula, Educadora Infantil, Madre, Mujer...
serdoula@gmail.com
600218964

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