Hace un tiempo, en el transcurso de una ponencia que ofrecía sobre Duelo por pérdidas prenatales y neonatales, una fantástica madre y mujer que asistía aprovechó el espacio final para preguntarme algo que muchas mamás que han pasado por la pérdida de un bebé se han preguntado: “¿qué pasa con los pechos llenos de las mamás que cuyos bebés nunca mamarán de ellos?”.
Es una cuestión muy repetida, muy pensada pero pocas veces consultada o expresada en voz alta. Algo que parece que se olvida, sobre lo que se mira a otro lado, como sucede con la inmensa mayoría de lo relativo a las pérdidas prenatales y neonatales.
Cuando una mamá (una familia) pierde a un bebé que lleva ya varios meses dentro de su vientre
creciendo o a un pequeño que ha finalizado su etapa gestacional y fallece en el parto o poco tiempo después de llegar al mundo, la mayor parte de las personas que la rodean piensan en lo duro que será llegar a casa y ver todo lo que estaba ya preparado para la llegada del bebé. Su cunita, sus mantas, sus baberos, la ropita, la habitación preparada con todo el mimo del mundo, sus cositas de baño… Todo parece estorbar o causar mayor dolor según el criterio de quienes suelen rodear a estas familias.
Incluso hay familias en las que alguien del entorno se ofrece a ir al domicilio a retirar todo lo que pueda recordar que ese bebé estaba a punto de llegar, intentando así borrar toda huella de la ilusión y el amor que había preparado para él o ella motivados por la protección a los padres, algo que al menos da la opción a los padres de elegir. En otros casos, lo hacen sin más, creando un vacío que los padres no han pedido ni esperaban.
Contado así, reconozco que puede parecer algo frío: borrar a alguien de nuestra vida, hacer como si no existiera ni hubiera existido. Alguien que iba a ser el centro de nuestra vida y que de hecho ya lo era desde que supimos que iba a llegar a ella o incluso mucho antes. Pero cada ser humano defiende su bienestar emocional como puede. Y esta es una situación tan emocional, que no podemos valorar en términos de “bueno” o “malo” los comportamientos de los padres durante ella. Y cierto es que se trata de, la pérdida de nuestro bebé, del que no se habla habitualmente, como decía antes y ello hace que las mujeres y familias no conozcan demasiado bien las opciones y de qué modo pueden afectar positiva o negativamente lo que hagan en esos momentos al posterior proceso de duelo.
creciendo o a un pequeño que ha finalizado su etapa gestacional y fallece en el parto o poco tiempo después de llegar al mundo, la mayor parte de las personas que la rodean piensan en lo duro que será llegar a casa y ver todo lo que estaba ya preparado para la llegada del bebé. Su cunita, sus mantas, sus baberos, la ropita, la habitación preparada con todo el mimo del mundo, sus cositas de baño… Todo parece estorbar o causar mayor dolor según el criterio de quienes suelen rodear a estas familias.
Incluso hay familias en las que alguien del entorno se ofrece a ir al domicilio a retirar todo lo que pueda recordar que ese bebé estaba a punto de llegar, intentando así borrar toda huella de la ilusión y el amor que había preparado para él o ella motivados por la protección a los padres, algo que al menos da la opción a los padres de elegir. En otros casos, lo hacen sin más, creando un vacío que los padres no han pedido ni esperaban.
Contado así, reconozco que puede parecer algo frío: borrar a alguien de nuestra vida, hacer como si no existiera ni hubiera existido. Alguien que iba a ser el centro de nuestra vida y que de hecho ya lo era desde que supimos que iba a llegar a ella o incluso mucho antes. Pero cada ser humano defiende su bienestar emocional como puede. Y esta es una situación tan emocional, que no podemos valorar en términos de “bueno” o “malo” los comportamientos de los padres durante ella. Y cierto es que se trata de, la pérdida de nuestro bebé, del que no se habla habitualmente, como decía antes y ello hace que las mujeres y familias no conozcan demasiado bien las opciones y de qué modo pueden afectar positiva o negativamente lo que hagan en esos momentos al posterior proceso de duelo.
Pero, dentro de todo ese manto de olvido que intentamos poner sobre nuestra vida para seguir adelante ignorando que aquello que no arreglemos nos perseguirá donde vayamos para surgir un día cualquiera de nuestra existencia incluso por motivos que no parezcan relacionados, hay algo que obviamos: podemos meter todas las pertenencias de nuestro bebé en un trastero cerrado con llave, podemos guardar todas las ecografías y documentos médicos en una caja con candado, podemos cambiar la pintura de su habitación de nuevo y quitar esa preciosa cenefa o esas pegatinas y vinilos que habíamos puesto para alegrar las paredes, podemos no hablar de él o ella, hacer como si no hubiera existido pero seguirá existiendo… Y, es más, ¿qué hacemos con el maná que nutriría su crecimiento y que brota de nuestros pechos recordándonos que el que no haya existido nuestro bebé es sólo algo que queremos construir y que su marcha sí es real?
¿Qué hacemos con la subida de leche que nuestro cuerpo genera al sentir culminada la madurez del embarazo y entender que es el momento de alimentar a nuestro pequeño?
¿Qué hacemos con la subida de leche que nuestro cuerpo genera al sentir culminada la madurez del embarazo y entender que es el momento de alimentar a nuestro pequeño?
En algunos casos, el cuerpo corta esa subida de leche al tratarse de pérdidas de bebés de menos semanas de gestación. Pero la mayor parte de las mujeres que pasan de la semana 25 o 30 de embarazo y muchas anteriores a esas semanas de gestación que pierden a su bebé, tienen la ya famosa “subida de leche” porque su cuerpo entiende como maduro el embarazo, como producido el parto, como maduros sus pechos y como necesario el que el rico alimento de nuestro pequeño salga. Y los convierte en fuente de ese alimento para nuestro bebé.
Intentemos imaginar por un momento, por duro que sea intentarlo, una madre que ha tenido que despedirse antes de lo que esperaba de su bebé porque el ciclo vital del pequeño así lo ha exigido, que quizás ni ha podido verle la cara o tenerle en brazos, y que, sin embargo, tiene el mismo proceso físico que las madres que sí disfrutan del contacto de sus bebés y de la ilusión de recibirles en sus brazos y verles crecer, verles mamar...
Como cada persona es distinta, no podemos saber cual sería la reacción y las necesidades del 100% de las mujeres. Pero sí podemos entender que resulta un proceso que nos vuele del revés, nos desmonta... y una vivencia muy intensa para ellas.
Intentemos imaginar por un momento, por duro que sea intentarlo, una madre que ha tenido que despedirse antes de lo que esperaba de su bebé porque el ciclo vital del pequeño así lo ha exigido, que quizás ni ha podido verle la cara o tenerle en brazos, y que, sin embargo, tiene el mismo proceso físico que las madres que sí disfrutan del contacto de sus bebés y de la ilusión de recibirles en sus brazos y verles crecer, verles mamar...
Como cada persona es distinta, no podemos saber cual sería la reacción y las necesidades del 100% de las mujeres. Pero sí podemos entender que resulta un proceso que nos vuele del revés, nos desmonta... y una vivencia muy intensa para ellas.
¿Qué hacer si esto ocurre? Evidentemente no todas las mujeres tienen las mismas necesidades y por ello no hay una única respuesta "buena". Pero parece lógico pensar que el apoyo es fundamental en estos momentos. Y no sólo el apoyo de la familia, sino el apoyo de profesionales que entiendan este proceso, ya que se trata de un doble duelo: por la pérdida de nuestro bebé y por la imposibilidad de cumplir esa función biológica de crianza que nos está “pidiendo” nuestro cuerpo. Así que el apoyo emocional e incluso psicológico en estos momentos es fundamental no sólo para la mujer, sino para la pareja y la familia. Y también el de un profesional que ayude a la mujer a manejar esa situación a nivel físico... Su Matrona o una Asesora de Lactancia formada y acreditada son las opciones en esta parte de la vivencia.
Frente a estas situaciones lo habitual en nuestro sistema sanitario hasta ahora era facilitar la ya famosa pastilla para evitar la subida de leche en la mujer y evitarle así un sufrimiento que se creía estéril e innecesario, en muchas ocasiones incluso sin dar tiempo a que la propia mujer decida o sienta lo que desea.
Aunque no entraremos a valorar en términos médicos (no me corresponde como Doula hacer tal cosa) , baste decir que la pastilla no siempre resulta ser efectiva (de hecho es muy abundante el número de mujeres a quienes no hace efecto) y sí provoca alteraciones en el proceso hormonal de la mujer evite o no la producción de leche que pueden modificar el curso del posparto inmediato, y muy posiblemente no para bien.
Frente a estas situaciones lo habitual en nuestro sistema sanitario hasta ahora era facilitar la ya famosa pastilla para evitar la subida de leche en la mujer y evitarle así un sufrimiento que se creía estéril e innecesario, en muchas ocasiones incluso sin dar tiempo a que la propia mujer decida o sienta lo que desea.
Aunque no entraremos a valorar en términos médicos (no me corresponde como Doula hacer tal cosa) , baste decir que la pastilla no siempre resulta ser efectiva (de hecho es muy abundante el número de mujeres a quienes no hace efecto) y sí provoca alteraciones en el proceso hormonal de la mujer evite o no la producción de leche que pueden modificar el curso del posparto inmediato, y muy posiblemente no para bien.
Sin embargo, muchas mujeres no se sienten bien con esa opción, pues supone pasar por alto un proceso que de algún modo sienten que han de vivir.
Otra opción es seguir el proceso del cuerpo. Dejar que la leche brote y vivir nuestra lactancia sin bebé del modo en que nos sintamos más cómodas.
Podemos sacar la leche imprescindible para no tener obstrucciones y que la producción vaya bajando poco a poco debido a la ausencia de demanda para alimentar a nuestro bebé. O bien decidirnos por donar nuestra leche para la alimentación de otro pequeño que lo necesite.
Otra opción es seguir el proceso del cuerpo. Dejar que la leche brote y vivir nuestra lactancia sin bebé del modo en que nos sintamos más cómodas.
Podemos sacar la leche imprescindible para no tener obstrucciones y que la producción vaya bajando poco a poco debido a la ausencia de demanda para alimentar a nuestro bebé. O bien decidirnos por donar nuestra leche para la alimentación de otro pequeño que lo necesite.
Pero todas las decisiones que tomemos moverán algo no solo en nuestra parte física, sino en la psicológica y la emocional. Podemos sentirnos aliviadas al ayudar en la crianza de otro bebé o convertir esa donación en una suerte de crianza diferida que busque cubrir el hueco de ese pequeño que no mamará de nuestros pechos nunca. Un pequeño al que jamás podremos sustituir porque a las personas que amamos no se las puede sustituir. Y a nuestros hijos los amamos más que a nadie en el mundo.
Podemos sentirnos bien porque el proceso acabe cuanto antes y decidirnos por tomar la pastilla porque sentimos que la vivencia del duelo se nos hace mucho más intensa con una lactancia que no alimenta a ningún bebé y que nos recuerda cada segundo que ese bebé no estará. O bien preferir vivir esa lactancia y nuestra despedida de ella como una parte más de nuestro duelo por el bebé que se ha ido mucho antes de lo que esperábamos pero nos ha regalado esa lactancia, entre otras muchísimas cosas.
Todo lo que decidamos en esos momentos debe ser lo que nos haga sentir bien. Lo que nos permita vivir nuestra propia realidad y no la que otros esperan que vivamos. Decidir con la cabeza en momentos así es difícil, pero tener información es tan importante como tener apoyo (una Asesora de Lactancia, una Matrona y una Doula especializadas en apoyo en duelo podrían ser de gran ayuda), pues son decisiones con las que viviremos para siempre y que colaborarán a la integración de nuestro duelo, a nuestro recuerdo de esa experiencia y también, de modo fundamental, a la vivencia de posibles futuros embarazos y lactancias posteriores, a nuestra relación de pareja si la tenemos y a muchas otras esferas relacionadas o no con la maternidad.
Así que preguntemos, informemos, dejemos de temer hablar de ello y ayudemos a que las mujeres y familias tengan capacidad de decisión plena y vivencias plenas. A que puedan sentir suya también esta parte de su maternidad.
Podemos sentirnos bien porque el proceso acabe cuanto antes y decidirnos por tomar la pastilla porque sentimos que la vivencia del duelo se nos hace mucho más intensa con una lactancia que no alimenta a ningún bebé y que nos recuerda cada segundo que ese bebé no estará. O bien preferir vivir esa lactancia y nuestra despedida de ella como una parte más de nuestro duelo por el bebé que se ha ido mucho antes de lo que esperábamos pero nos ha regalado esa lactancia, entre otras muchísimas cosas.
Todo lo que decidamos en esos momentos debe ser lo que nos haga sentir bien. Lo que nos permita vivir nuestra propia realidad y no la que otros esperan que vivamos. Decidir con la cabeza en momentos así es difícil, pero tener información es tan importante como tener apoyo (una Asesora de Lactancia, una Matrona y una Doula especializadas en apoyo en duelo podrían ser de gran ayuda), pues son decisiones con las que viviremos para siempre y que colaborarán a la integración de nuestro duelo, a nuestro recuerdo de esa experiencia y también, de modo fundamental, a la vivencia de posibles futuros embarazos y lactancias posteriores, a nuestra relación de pareja si la tenemos y a muchas otras esferas relacionadas o no con la maternidad.
Así que preguntemos, informemos, dejemos de temer hablar de ello y ayudemos a que las mujeres y familias tengan capacidad de decisión plena y vivencias plenas. A que puedan sentir suya también esta parte de su maternidad.
Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad,
especializada en duelo y nuevos caminos maternales.
Madrid.
Telf: 600218964
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