domingo, 3 de febrero de 2013

El baile hormonal de la embarazada y la doula

El cuerpo humano es una máquina increíble… una máquina creada desde mucho antes de salir al mundo y que nos permite crear, comunicarnos, sentir… y dar vida. El mayor milagro de la biología humana. El mayor milagro que podemos hacer dentro de todas las capacidades del ser humano.
Cuando una mujer recibe en su vientre el regalo de la vida, muchas cosas comienzan a cambiar en ella, físicas y emocionales. Sensaciones que antes no había experimentado, emociones que de repente se adueñan de ella, partes de su cuerpo que no reconoce como propias…

El papel de la doula en el embarazo

 
Mujeres que antes eran más prácticas pueden convertirse en personas muy emocionales. Mujeres que previamente se sentían absolutamente seguras de su salud pueden comenzar a tener miedos. Y mujeres que nunca han aceptado o amado su cuerpo pueden comenzar a hacerlo o, muy al contrario, dejar de hacerlo si tenían esa seguridad previa en su físico. Todo forma parte de un proceso fisiológico. No se trata de ninguna enfermedad o de un síndrome que nos está afectando, sino simplemente de un proceso vital.
El gran problema de hoy en día es que, en muchas ocasiones, esto no se entiende. Se habla a las mujeres con paternalismo, se les trata como si ese baile hormonal, que está permitiendo que su bebé anide y crezca, y que el cuerpo de la mamá se prepare para recibirlo, amarlo y criarlo no fuera más que un estorbo, y no algo absolutamente necesario y natural que prepara a la madre para lo que será su vida en ese nuevo papel.
Cuando una mujer embarazada llora con una película, por ejemplo, se dice que “está sensible” o que “son las hormonas”. Se dice tan comúnmente, se repite tanto la presencia de esa modificación hormonal, que casi deja de tener otro sentido que el de modificar el estado emocional de la madre. Y esto no es cierto, aunque sí es algo muy habitual debido a la relación absolutamente directa entre las hormonas y las respuestas emocionales. Esta relación se desconoce o se banaliza, haciendo que la mujer y sus respuestas emocionales no se tengan en cuenta. Que parezca que no hay que hacer caso de ellas, no atenderlas porque responden a una alteración… “ya se le pasará”.
Pero ¿qué ocurre con una mujer que siente que la tratan con condescendencia, que no siente que sus emociones merezcan ser atendidas o que llega a sentir incluso que no son válidas? Esa será una mujer a quien estamos empujando a no escucharse, a no atenderse, a no revisar su interior y ver qué es lo que está ocurriendo… a dejar a un lado su instinto maternal… Y eso es muy grave porque será ese instinto el que la ayude, el que la guíe en su parto, en su posparto, en la crianza de su bebé… en su nueva femineidad tras ser madre.
Ser conscientes de que todos los cambios, todas las reacciones emocionales, todas las sensaciones han de ser validadas y escuchadas, ser conscientes de que todo forma parte de un proceso absolutamente natural, de algo “programado” desde antes de nuestro propio nacimiento es esencial. Escucharnos, atendernos, reflexionar sobre cada una de las sensaciones y emociones para percibir de dónde pueden venir y cómo encajarlas… Todo eso serán cosas que nos puedan ayudar en el camino.
Y que nos escuchen, nos den espacio para expresarnos, para reír, llorar o llorar mientras reímos… para expresar nuestros miedos, nuestras alegrías, nuestras esperanzas y deseos… Así nos acompaña la doula, nuestra doula… La que hayamos elegido, con la que hayamos conectado. Sin valorar si las emociones son “buenas” o “malas”, sin tener que darles o no permiso porque, lo hagamos o no, están ahí… Mostrándonos que nuestro proceso es único y que nadie mejor que nosotras puede llegar a comprenderlo o a encontrar quien nos ayude a comprenderlo… Estando a nuestro lado… Siendo nuestra doula, sin más.
 
Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad
Especializada en Duelo Prenatal y Neonatal
Asesora de Porteo Respetuoso
Técnico en Educación Infantil
Colaboradora de GuiaInfantil.com

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