Leído parece tierno, inocente, y posiblemente arranca una sonrisa a quien imagina a una pequeña de 3 años, con su lengua de trapo, expresando cosas que parecen más propias de los adultos.
Pero si repasamos lo que dice la pequeña, vemos que expresa una confianza profunda y firme en la capacidad de dar vida del género femenino. La sabiduría de conocer el hecho de que las mujeres somos, en potencia, madres. De que en nuestro interior la vida puede darse, que de hecho se da, está dentro de nosotras esperando a que una chispa la despierte, a que se desencadene la reacción que haga que gestemos una nueva vida en nuestro interior. En ocasiones esa “chispa” llega y en otras no es así o algo ocurre.
Pero si repasamos lo que dice la pequeña, vemos que expresa una confianza profunda y firme en la capacidad de dar vida del género femenino. La sabiduría de conocer el hecho de que las mujeres somos, en potencia, madres. De que en nuestro interior la vida puede darse, que de hecho se da, está dentro de nosotras esperando a que una chispa la despierte, a que se desencadene la reacción que haga que gestemos una nueva vida en nuestro interior. En ocasiones esa “chispa” llega y en otras no es así o algo ocurre.
Capacidad de dar vida
Complicar lo sencillo
Este proceso ocurre a menudo cuando una mujer pierde uno o más bebés en cualquier etapa de su embarazo o cuando una mujer no consigue un embarazo que desea y que busca incansablemente a través de todas las opciones que están a su alcance.
Rendirse
Con frecuencia una mujer que tiene dificultades de fertilidad o pasa por una o varias pérdidas de embarazos o bebés ya nacidos puede llegar a una de esas conclusiones. Puede llegar con aparente facilidad a creer que no es válida para tener hijos, que no está hecha para ser madre porque no consigue quedarse embarazada o gestar un bebé sano que criar con todo ese amor que tiene para él.
Cuando una mujer llega a ese punto parece que se ha rendido. Que se ha entregado al hecho de no llegar a ser madre nunca. De no tener capacidad para ello. Pero no siempre es únicamente por las dificultades de su camino. A veces se ha rendido no sólo por esas dificultades que ha vivido y que le han marcado, sino por la falta de apoyos externos que la ayuden a seguir su camino hacia la maternidad.
Porque la maternidad no tiene un único camino. Tiene tantos como bebés nacen cada día, tantos como mujeres deciden convertirse en madres en cada uno de los puntos de nuestro planeta. Tantos como pechos llenos de amor maternal hay en nuestro mundo. Y cada mujer tiene el suyo.
Pero no siempre es fácil. No siempre es decidirlo, quedarse embarazada, dar a luz y llevarse a casa a su bebé sano y fuerte para ser siempre felices juntos. Esto no es realista. Porque, como cada cosa que nos ocurre en la vida, la maternidad tiene sus altos y sus bajos. Sus luces y sus sombras. Aunque sea un proceso inundado del más profundo amor, de ese tipo amor que no espera nada y entrega sin pretenderlo siquiera. De ese amor que se desborda sin más y es generoso en su más profunda esencia.
Cuando una mujer llega a ese punto parece que se ha rendido. Que se ha entregado al hecho de no llegar a ser madre nunca. De no tener capacidad para ello. Pero no siempre es únicamente por las dificultades de su camino. A veces se ha rendido no sólo por esas dificultades que ha vivido y que le han marcado, sino por la falta de apoyos externos que la ayuden a seguir su camino hacia la maternidad.
Porque la maternidad no tiene un único camino. Tiene tantos como bebés nacen cada día, tantos como mujeres deciden convertirse en madres en cada uno de los puntos de nuestro planeta. Tantos como pechos llenos de amor maternal hay en nuestro mundo. Y cada mujer tiene el suyo.
Pero no siempre es fácil. No siempre es decidirlo, quedarse embarazada, dar a luz y llevarse a casa a su bebé sano y fuerte para ser siempre felices juntos. Esto no es realista. Porque, como cada cosa que nos ocurre en la vida, la maternidad tiene sus altos y sus bajos. Sus luces y sus sombras. Aunque sea un proceso inundado del más profundo amor, de ese tipo amor que no espera nada y entrega sin pretenderlo siquiera. De ese amor que se desborda sin más y es generoso en su más profunda esencia.
Falta de apoyo
Escuchar a la mujer que vive con dificultades su búsqueda de ese bebé, no tratar de entenderla siquiera, sino sólo escucharla. Estar atentos a lo que nos quiere transmitir. Ese es el primer paso para respetarla y comprenderla. Y, si la respetamos, si no tratamos de modificar su camino o decidir por ella, ya estamos ayudándola. Ya la estamos valorando como mujer, como madre que tomará en ese momento y en todos los demás que viva sus propias decisiones. Ya le estamos dando el poder sobre su propia vida y sobre su maternidad.
En lugar de eso, solemos tender a iniciar el camino de la escucha que adoctrina, de la falsa escucha que dirige a la otra persona hacia lo que nosotros pensamos, creemos, hacia nuestros miedos… diciendo cosas como: “no pasa nada, ya lo conseguirás”, “mujer, si tú estás muy bien sin niños”, “¿qué necesidad tienes tú de complicarte así la vida con tratamientos y pruebas?”, “¿no será mejor que adoptes, que es más fácil?”, “uy, vaya lío esto de la adopción! ¿Has pensado bien si te compensa?”. Y, a través de frases así, menospreciamos la vivencia que esa mujer está percibiendo con dolor, cuestionamos su decisión de ser madre, le informamos de que se está “complicando la vida sin necesidad”, minusvaloramos el proceso emocional y psicológico que implica una adopción o convertimos el deseo de ser madre en algo que precisa de compensación de algún modo…
Desconocemos el motivo por el que una mujer desea ser madre. Pero… ¿podremos al menos respetarlo algún día?¿Conseguiremos entenderlo?
Quizás escuchando a los niños, a estos pequeños que parecen no saber nada, aprendamos mucho. Muchísimo.
Beatriz Fernández
Doula en todas las etapas de la maternidad, especializada en duelo.
A Coruña y Madrid.
Correo electrónico: serdoula@gmail.com
Telf: 600218964
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